Opinión | TECNOLOGÍA

Un mundo insomne

De madrugada las noticias se digieren mejor: el mundo parece que no es de este mundo, sino un sueño del que es posible despertar

Una persona consulta el móvil

Una persona consulta el móvil

Vago por la casa oscura mientras la televisión enlaza noticias en bucle. De madrugada las noticias se digieren mejor: el mundo parece que no es de este mundo, sino un sueño del que es posible despertar. Me reconozco en el reportaje que habla de un mundo insomne, agotado y permanentemente conectado a través de redes (asociales), avisos de noticias y aplicaciones de mensajes. Es nuestro mundo.

En la vida fuera de las pantallas me sorprende todo lo que no sé. La mujer de un amigo ha intentado suicidarse. Todo parecía normal, hace poco la veía sonriente en alguna foto. Ahora sé que se medicaba, que dejó de hacerlo porque empezó a pensar que la medicación tenía efectos sobre su aspecto, que parecía que todo iba bien... Ahora sé que ha vuelto a tratarse, que todo parece que vuelve a la normalidad, si esta palabra significa algo. Es nuestro mundo: un escenario lleno de imágenes y ruidos. Ahora la gente vaga por las calles conectada a sonidos y leyendo en pantallas. La conexión virtual es también desconexión carnal. No se puede estar atento a todo. Llevo años charlando con una vecina, compañera de profesión, y me acabo de enterar de que su padre murió hace diez años atropellado por una conductora despistada cuando cruzaba un paso de cebra. Supongo que el dolor se guarda en armarios lejanos. Creemos saber de mucho e ignoramos lo importante de la gente de cerca. Es nuestro mundo.

¿Qué prefiere? ¿Un móvil de última generación o ser atendido en menos de una hora en urgencias?

¿Qué prefiere? ¿Un móvil de última generación o ser atendido en menos de una hora en urgencias? Quizá el CIS tendría que hacer preguntas de este tipo. Igual nos llevábamos una sorpresa. Es nuestro mundo y viaja rápido. Me crié en un mundo de obreros en el que muchos soñaban aún con emigrar a la URSS, que aún conservaba el aura de utopía para proletarios del mundo. Las falsas creencias no son tan nuevas. La sociedad que conocí después es una donde los mismos trabajadores se empezaron a llamar clase media, con el chute de autoestima de poder coger el ascensor social y empezar a poseer: piso, coche y, algunos, apartamento en la playa. La sociedad de ahora, leo, ya no es la de la clase media obnubilada por el consumo y el bienestar. La de ahora es una sociedad de bajo coste: de desposeídos destinados a una vida de alquiler perpetuo (casa, coche...), trabajadores que no llegan a final de mes, vacaciones en aviones sin asiento, repartidores de todo por unas monedas y dispositivos baratos donde comprar series y canciones que vuelan por alguna nube invisible. Es nuestro mundo y lo peor es engañarse, creerse en otros.

No parece casual que la crisis de la clase media coincida con la de las instituciones y la amenaza a las democracias. No conduce a nada sano instalarse en realidades paralelas, como cuando PP y PSOE se empeñan en anhelar gobiernos en solitario. No me los creo. La atomización social es otro signo de estos tiempos. Realmente saben que necesitan aliados. En Andalucía no pasó, sí, y el PP logró una extraña hegemonía. Pero allí no existe un elemento comparable (en dimensión y presencia) a Compromís. Y Moreno Bonilla partía con el aval de tres años ya en el Gobierno. Pueden soñar, pero no deberían engañarse ni engañar a los demás. En un mundo ideal deberían decir hasta dónde van a pactar o garantizar que no van a hacerlo.

Es nuestro mundo. Y también vale la pena. Aún. Un mundo donde en un régimen tirano, en medio de una guerra, unos seres anónimos desafían al Kremlin con un homenaje a otros anónimos, ucranianos, muertos en Dnipro. Estos gestos sin contraprestación, salvo quizá la cárcel o la vida, aún conmueven. Como las iraníes que luchan por su libertad.

Vago en la madrugada. La pantalla ahora reproduce una serie. «Los hombres creen que hacen cosas importantes pero solo vagan solos». Escucho. Es nuestro mundo. Y vale la pena.