Opinión | ANÁLISIS

Francia en Cataluña: lo general y lo particular

Este jueves está programada en Barcelona la vigésimo séptima cumbre hispanofrancesa, instituida durante un viaje de estado del entonces rey Juan Carlos en 1985 a París

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al jefe de Estado de Francia, Emmanuel Macron, durante un encuentro en París en 2020.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al jefe de Estado de Francia, Emmanuel Macron, durante un encuentro en París en 2020. / EFE/ Fernando Pérez

La entrada en vigor, la pasada semana, de la reforma del Código Penal que elimina el delito de sedición y reforma el de malversación pone formalmente fin al 'procés', entendido como un grave incidente que afectó a la integridad constitucional de nuestro país y que ha tenido que ser aplacado y reabsorbido por procedimientos políticos y jurídicos, Y abre una etapa de ajuste en que el poder judicial español tendrá que decir la última palabra, al tiempo que se resuelven los contenciosos judiciales abiertos en Europa por las euroórdenes cuando corrieron a refugiarse en varios países comunitarios algunos de los responsables últimos de la intentona independentista, que no llego a consumarse y que quedó congelada en fase de sainete.

Casualmente, este jueves está programada en Barcelona, en el Museu Nacional d’Art de Catalunya —una institución que compendia la modernidad y la vocación trascendente del Principado—, la vigésimo séptima cumbre hispanofrancesa, a la que acudirán los presidentes francés, Emmanuel Macron, y el español, Pedro Sánchez, acompañados por un potente séquito de ministros, y a la que asistirán asimismo el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Dicha cumbre, que fue instituida durante un viaje de estado del entonces rey Juan Carlos en 1985 a París mediante una elocuente declaración conjunta que reconocía la relevancia bilateral de aquella relación, tiene lugar desde 1987, con la única interrupción de la provocada por la pandemia. El hecho de que la cumbre se celebre en Cataluña tiene además el valor simbólico de representar que la comunidad catalana ha sido históricamente, desde tiempos remotos, la más volcada hacia la europeidad y la más receptiva a los vientos modernizadores que llegaban a España desde el otro lado de los Pirineos.

Las cumbres hispanofrancesas han estado dedicadas preferentemente durante demasiados años a resolver el gran problema terrorista que heredó del franquismo nuestra reconstruida democracia; hoy, felizmente, la relación se ha normalizado por completo, no hay contenciosos asimétricos abiertos y París y Madrid desempeñan papeles casi siempre complementarios y cooperativos en el interminable proceso de construcción continental. Esta vez, es previsible que los dos países aborden el conjunto de asuntos pendientes de la agenda europea, con la guerra de Ucrania en primer término, y que haya una atención especial hacia el H2MED, el recién acordado corredor de hidrógeno verde entre Barcelona y Marsella, un alarde tecnológico que debería entrar en funcionamiento en el 2030.

Por parte española, tendremos que cargar todavía con la proverbial ambigüedad de un nacionalismo que, tras un proceso de distensión y desinflamación que aún no ha concluido, todavía exhibe sus agravios y sus reivindicaciones, aunque la opinión pública, pacificada, haya entendido ya que nada cabe fuera de la Constitución que nos hemos dado con incontestable adhesión. Se da además el caso de que el desenlace judicial del 'procés' en lo concerniente a la suerte de los expatriados, con Puigdemont a la cabeza, depende de los tribunales europeos, que están ponderando si los europarlamentarios díscolos disfrutan o no de inmunidad en el territorio UE. Solo si es que no, el procedimiento abierto en el Supremo por el instructor Llarena podrá prosperar con autonomía; en caso contrario, España necesitará a Europa para arbitrar un desenlace.

Este jueves habrá, faltaría más, contestación nacionalista a la cumbre hispanofrancesa, y ya han convocado la pertinente manifestación Òmnium Cultural, la ANC y el Consell de la República"

Este jueves habrá, faltaría más, contestación nacionalista a la cumbre hispanofrancesa, y ya han convocado la pertinente manifestación Òmnium Cultural, la ANC y el Consell de la República; también han anunciado su asistencia los partidos soberanistas, ERC –Junqueras estará al frente de los suyos—, Junts y la CUP, por lo que asistiremos perplejos a una movilización del nacionalismo también contra sí mismo (Junqueras frente a Aragonés, etc.), lo que indica lo forzado y testimonial del gesto reivindicativo. En todo caso, las fuerzas vivas de la ciudad ya han advertido discretamente de que este jueves el tráfico en Barcelona será normal.

En definitiva, el problema catalán, todavía en carnazón por la cercanía de lo ocurrido y por la dureza de la experiencia, no ha desaparecido porque faltan a medio plazo unas verdaderas negociaciones tranquilas que revisen el Estado autonómico, demasiado inconcreto en la Carta Magna, en un marco multilateral. Pero ya se puede prever, con cierto optimismo, que esta evolución será posible sin rupturas, sin saltos en el vacío y, desde luego, sin someter a la sociedad catalana/española a nuevos traumas que terminan debilitando tanto a la gente como a la economía. El horizonte magnánimo ha de ser la construcción de una gran Europa federal y no la fragmentación de la España de siempre.