Opinión | CALEIDOSCOPIO

Cuando ruge la marabunta

Un ruido creciente e incontrolable seguido de una plaga humana semejante a la de las hormigas asesinas pero con el agravante de ir armada puso contra las cuerdas a las democracias de las dos mayores naciones de América

Simpatizantes de Bolsonaro en las calles de Brasilia tras el asalto a las instituciones democráticas.

Simpatizantes de Bolsonaro en las calles de Brasilia tras el asalto a las instituciones democráticas. / TELAM

Inspirada en un cuento de Carl Stephenson (Leningen contra las hormigas), Cuando ruge la marabunta, como se tituló en España The naked jungle, del director estadounidense Byron Haskin, fue una película de aventuras estrenada en 1954 y protagonizada por Charlton Heston y Eleanor Parker que obtuvo un enorme éxito por su ritmo y sus efectos especiales, que consiguieron hacer parecer real la invasión de hormigas voladoras y asesinas que arrasaban la hacienda de cacao del Amazonas en la que vivían los protagonistas; algo que hoy sería fácil de conseguir gracias a las tecnologías modernas pero que en los años en los que se rodó la película no lo era tanto. Baste saber que el ruido de la marabunta se imitó amplificando el de una pajita al agitar en un vaso hielo picado, por ejemplo.

La invasión del domingo pasado de las sedes de la Presidencia, el Parlamento y el Tribunal Supremo en Brasil por parte de seguidores fanáticos bolsonaristas me hizo recordar la marabunta cinematográfica como hace dos años la de los seguidores de Donald Trump que invadió y arrasó también la sede del Congreso de los Estados Unidos en Washington. Un ruido creciente e incontrolable seguido de una plaga humana semejante a la de las hormigas asesinas pero con el agravante de ir armada puso contra las cuerdas a las democracias de las dos mayores naciones de América, con todo lo que eso significa. Ya no se trata de países pequeños y sin prácticamente Estado como Nicaragua o Haití sino la mismísima nación que domina el mundo y otra que tiene dentro de sus fronteras la mayor reserva natural del planeta. Precisamente esa en la que se sitúa en la ficción Cuando ruge la marabunta, si bien no se rodara allí.

Dicen los politólogos que lo que hemos visto en Brasil estos días es un presagio inquietante de lo que puede ocurrir en unas futuras elecciones, pues el país está profundamente dividido, pero también lo que puede pasar en otros de todo el mundo dado el avance de unos populismos que al principio fueron tomados sin mucha preocupación pero que ya estamos comprobando que son más peligrosos de lo que parecían. Al número de países que cuentan ya en sus gobiernos con representantes de la ultraderecha se suman unas oposiciones cada vez más agresivas y descalificadoras que, como alguna en España, aspiran a desplazar del poder a los legítimamente elegidos sin importarles lo que han de hacer para conseguirlo. Los ejemplos de Trump y Bolsonaro son para ellas caminos a seguir y, si es preciso, imitarán a estos y a sus seguidores incluso violentando las instituciones. El primer paso son la bronca y el insulto personal al adversario y el siguiente la violencia física.

Cuando la marabunta ruge y ya lleva tiempo haciéndolo, hay que estar prevenidos para impedirla"

Una joven diputada brasileña declaraba al día siguiente del asalto a las de sus país por parte de seguidores de Bolsonaro que jamás imaginaron que lo que todos vimos hace dos años en el Capitolio estadounidense pudiera producirse en él, por lo que no hicieron lo suficiente por evitarlo. Deberían tomar nota los responsables políticos de todas las democracias del mundo si no quieren que las palabras de la diputada brasileña se vuelvan a escuchar más veces. Cuando la marabunta ruge y ya lleva tiempo haciéndolo, hay que estar prevenidos para impedirla, pues si esperamos a que se aproxime será ya tarde como les sucedió a todos los predecesores al frente de la plantación amazónica del impulsivo propietario Leiningen que encarnaba Charlton Heston en aquella película cuyo título define como pocos lo que está sucediendo en medio mundo de unos años para acá sin que nadie termine por tomar en serio la metáfora.