Opinión | CLIMA

No más guerras, ni siquiera comerciales

Los presidentes de EEUU y China, Biden y Xi, se reúnen un día antes de la Cumbre del G20

Los presidentes de EEUU y China, Biden y Xi, se reúnen un día antes de la Cumbre del G20 / LI XUEREN / XINHUA / EFE

¿No iba el presidente Biden a poner fin a las destructivas guerras comerciales de Donald Trump contra sus aliados? Parece que no. Su proteccionismo climático está enfureciendo a los amigos de Norteamérica y puede desencadenar una guerra de subvenciones y aranceles. Así de directo comenzaba su editorial el Wall Street Journal hace pocos días. Quizá pase desapercibido, pero asistimos a una constante escalada de guerras comerciales con bloques de países claramente definidos, aunque es una geometría variable dependiendo de la temática. Y por supuesto, no es descartable terminar en un todos contra todos si el proteccionismo se convierte en tendencia. En los últimos tiempos gran parte de la atención se ha centrado en la parte tecnológica, con el chip-nacionalismo como último estandarte, pero hay un conflicto del que se habla menos y que está empezando a tomar forma: la guerra comercial climática.

Al igual que sus transiciones, las dos guerras comerciales —tecnológica y climática— son más parecidas de lo que podría pensarse. En ambos casos, Estados Unidos y China están involucrando a otros países, como los de la Unión Europea, en sus disputas. En la guerra tecnológica, Estados Unidos está contrarrestando las inversiones chinas en tecnologías críticas, como el 5G y la inteligencia artificial. En la guerra climática, las tensiones acaban de aumentar varios puntos con la Inflation Reduction Act, un logro legislativo histórico que contempla entre otras medidas 500.000 millones de dólares en gastos y desgravaciones fiscales destinados a impulsar las energías limpias. En este nuevo tiempo de la política verde, hasta los contratistas de defensa van a tener que reducir emisiones.

Las medidas parecen buenas noticias, pero el diablo está en los detalles. Por si no tuviéramos suficientes frentes abiertos, los últimos acontecimientos, sumados a la falta de avances en la gobernanza sobre el futuro del planeta, amenazan con sumirnos en una guerra comercial climática. Introducir medidas como "aranceles a los vehículos eléctricos, mayores impuestos a los minerales fabricados en el extranjero y una serie de requisitos anticontaminación pueden tener un efecto significativo en el comercio mundial y frenar los avances en la lucha contra la crisis ambiental. Combatir el cambio climático y provocar una guerra comercial en el mismo espacio, altamente interdependiente, parece contraproducente.

La necesidad de reducir las emisiones mundiales de carbono es evidente, sin embargo, la forma en que se apliquen estas medidas es clave. Si se hace de forma excesivamente proteccionista, los efectos podrían ser peores que el propio problema. En primer lugar, estas medidas podrían desincentivar a las empresas a invertir en tecnología verde y desarrollar soluciones sostenibles. Además, podría dañar la frágil unidad mundial para abordar la emergencia medioambiental. El resentimiento y la hostilidad podrían dar lugar a represalias, perpetuando un ciclo de proteccionismo. Esto podría conducir a la fragmentación y a la falta de confianza entre los países, lo que podría hacer descarrilar los esfuerzos para reducir las emisiones y generar escenarios peores de los que ya tenemos por delante. Cuidado.