Opinión | POLÍTICA

El clima social

Las diferentes y consecutivas crisis que nos han asolado en las últimas décadas han dejado a su paso un aumento de las desigualdades sociales y un elevado recelo respecto de muchas de nuestras instituciones, principalmente de las políticas

Gente paseando por Vigo.

Gente paseando por Vigo.

El cóctel de crisis económica y corrupción suele propiciar convulsiones sociales que acaban afectando de manera de directa a la situación política y electoral. En el caso de España, lo vimos en los primeros años de la década de los 90, cuando el país registró la peor recesión económica desde la restauración de la democracia y el Gobierno socialista de Felipe González se vio salpicado por una serie de escándalos y casos de corrupción. Esto fue en el año 1994. Dos años después, el PP, de la mano de José María Aznar, consiguió por primera vez dirigir el país.

La Gran Recesión iniciada en 2008 también ha provocado cataclismos políticos en nuestro país. Primero, propició la caída del Gobierno socialista en las elecciones de 2011. Posteriormente -y ya en combinación con la otra variable de la ecuación: la corrupción- hizo saltar por los aires el sistema de partidos español (además de favorecer la caída del Gobierno Rajoy tras la moción de censura presentada por el PSOE en junio de 2018). 

Las tres crisis consecutivas -la ya mencionada de 2008; la sanitaria, relativa a la pandemia del coronavirus; y la actual, con la inflación, la energía y la guerra de Ucrania como principales protagonistas­- han dificultado enormemente la recuperación económica del país y de los ciudadanos. Ahora, siete de cada diez españoles consideran mala la actual situación económica nacional, algo más del doble de quienes la evaluaban negativamente en noviembre de 2007, pocos meses antes del comienzo de la Gran crisis. 

Por otro lado, en el último informe publicado hasta la fecha por Transparencia Internacional (en enero de este año) España ha pasado a situarse en el puesto 34º en una clasificación de 180 países, dos puestos por debajo del informe relativo a 2020 y cuatro con respecto al ranking de 2019. España se sitúa en el decimocuarto lugar entre los 27 Estados de la Unión Europea. En su informe, Transparencia Internacional consideraba que “para mantener la imagen y competitividad” de la economía española, el índice debería situarse por encima de 70. 

Este mes Ipsos ha publicado su Índice del Deterioro del Sistema (Broken-System Index), un indicador que pretende medir la magnitud del sentimiento antisistema, en 28 países del mundo. Para ello, ha desarrollado una métrica compuesta revisada por expertos y basada en el nivel de acuerdo o desacuerdo con cinco afirmaciones. Las investigaciones han puesto de manifiesto algo, por otro lado, esperable: la percepción de deterioro del sistema y de la corrupción generalizada tienden a ir de la mano.

En el caso de España, el sentimiento antisistema se ha ido reduciendo paulatinamente desde 2016, año en que se llevó a cabo la primera toma de datos. No obstante, sigue siendo mayoritario el porcentaje de españoles que se muestran de acuerdo con cuatro de las cinco afirmaciones que configuran el índice. El 61% piensa que los políticos y los partidos tradicionales no se preocupan por la gente corriente; el 59% considera que los expertos del país no saben cómo vive la gente; el 57% cree que la economía en España está amañada para favorecer a los ricos y poderosos; y el 55% dice que nuestro país necesita un líder fuerte que saque al país de las manos de los ricos y los poderosos.

El acuerdo con esta última afirmación está más extendido entre los votantes de los dos partidos que conforman la actual coalición de Gobierno: PSOE y Unidas Podemos. Solo una de las cuestiones planteadas no concita el apoyo mayoritario: el 33% piensa que para que se arregle España, necesitamos un líder fuerte que se salte las reglas. Una idea con la que sí está de acuerdo, sin embargo, el 54% de los votantes de Vox.

Las diferentes y consecutivas crisis que nos han asolado en las últimas décadas han dejado a su paso un aumento de las desigualdades sociales y un elevado recelo respecto de muchas de nuestras instituciones, principalmente de las políticas. Un excelente caldo de cultivo para el crecimiento de las soluciones antisistema extremas que se ven, además, fertilizadas por los permanentes intentos de polarización política que deja muchos perdedores y que tiene como beneficiario casi exclusivo a la ultraderecha (conviene leer el último informe de la consultora LLYC y Más Democracia sobre la adicción a la polarización). 

En todo caso, los datos del estudio de Ipsos indican que tras la celebración de elecciones generales el sentimiento antisistema disminuye. Así ha ocurrido en la mayoría de los países analizados que han celebrado comicios en comparación con los que no. Es decir, los procesos electorales tienen un efecto catártico y de conciliación con el sistema (al menos coyuntural). El año que viene celebramos en España elecciones municipales, autonómicas y, probablemente, generales. Veremos si tras su celebración también disminuye en nuestro país el actual sentimiento antisistema. Pero previamente, claro, veremos como este clima social que arroja el índice de Ipsos incide en los resultados electorales. Por cierto, mañana viernes 9 de diciembre, aunque no sea festivo, se celebra el Día Internacional contra la Corrupción.