Opinión | DIPLOMACIA

El control de los cónsules honorarios

La mayoría ejerce sus funciones de manera honorable, pero la falta de transparencia y regulación permite todo tipo de irregularidades

Cartel electoral del partido El verdadero Montenegro, en cuya fundación participó el entonces cónsul honorario de Rusia en el país, Boro Djukic.

Cartel electoral del partido El verdadero Montenegro, en cuya fundación participó el entonces cónsul honorario de Rusia en el país, Boro Djukic. / Matthew Orr

La globalización ha facilitado actuaciones ilícitas en muchos ámbitos, y la actividad de los cónsules honorarios no escapa a esa realidad. La mayoría ejerce sus funciones de manera honorable, pero la falta de transparencia y regulación ha permitido todo tipo de irregularidades. Unas destinadas al enriquecimiento personal y otras orientadas a quebrantar la ley al amparo del cargo, con propósitos que van desde cuestiones fiscales hasta el tráfico de drogas o el terrorismo. La misma globalización ha hecho posible, mediante una colaboración a escala planetaria, denunciar delitos urdidos por cientos de consulados honorarios y demostrar que esta figura paradiplomática necesita ser regulada urgentemente.

Es el caso del trabajo periodístico llevado a cabo por Pro Pública y el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), del que forma parte El Periódico, diario perteneciente al mismo grupo editorial que EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. La investigación ha permitido denunciar la existencia de abusos en más de 500 consulados honorarios, de los cuales 29 tienen algún tipo de vínculo con España. La labor del ICIJ revela una variada tipología de delitos cometidos por cónsules honorarios utilizando sus facilidades de movimiento, la inviolabilidad de sus archivos y las exenciones fiscales de las que se benefician. La más frecuente es la que permite utilizar el cargo para asuntos personales en vez de dedicarlo a la promoción turística, el fomento de los intercambios comerciales, científicos o universitarios, o las actividades destinadas a mejorar el conocimiento entre sociedades. En algunos casos, el uso de valijas que escapan al control aduanero ha permitido delitos de mayor envergadura, como el tráfico de estupefacientes, de antigüedades o incluso de armas. Ello explica que en algunos casos estos diplomáticos voluntarios hayan llegado a pagar importantes sumas para ostentar la representación de un Estado.

Todas estas actividades ilegales -y a veces atentatorias de la seguridad interior del país donde ejercen- deberían estar reguladas. El cúmulo de infracciones detectadas demuestra que existe un vacío legal en el nombramiento de los cónsules y en la fiscalización de su actividad. La Convención de Viena sobre Relaciones Consulares de 1963 ha quedado desfasada en muchos aspectos, como consecuencia de la globalización y particularmente en lo que se refiere a la figura de los cónsules honorarios, que se ha multiplicado en los últimos años. En algunos casos, en estrecha relación con la creciente intervención en los asuntos internos de otros países de Estados como la Rusia de Vladímir Putin. Solo durante la primera década de su mandato, el actual líder del Kremlin cuadruplicó el número de cónsules honorarios.

El cúmulo de infracciones detectadas demuestra que existe un vacío legal en el nombramiento de los cónsules y en la fiscalización de su actividad"

La Convención de Viena debería garantizar, por tanto, que el nombramiento de los cónsules honorarios y el beneplácito que necesitan por parte del país de destino estuvieran sujetos a severos controles que garanticen la honorabilidad de las personas propuestas. La legislación internacional también debería asegurar que su actividad estuviera sujeta a una mayor transparencia, que permita comprobar que el cargo se ejerce en pro del bien común de los dos países involucrados.