Opinión | TRIBUNA

La hora del biometano español

Planta de biometano

Planta de biometano

Si antes de la crisis provocada por la invasión rusa de Ucrania ya estábamos en la senda de la transición hacia un modelo energético descarbonizado más sostenible, ahora no solo hemos ratificado nuestro compromiso en esa dirección, sino que además nos hemos propuesto hacerlo con mayor eficiencia y autonomía, reduciendo la dependencia de terceros, particularmente de Rusia, y fomentando la diversificación de las fuentes de aprovisionamiento.

Todo ello nos debe conducir de manera inequívoca hacia un sistema energético más plural y participativo, en el que se reconoce la contribución de todas las tecnologías y, en particular, de las fuentes de generación autóctonas, que priorizan un modelo sostenible y de circularidad, con capacidad para impactar de forma positiva en el tejido económico-productivo y posibilitar además la transformación de nuestra economía en aras de la consecución de la ansiada neutralidad climática.

En este contexto es incuestionable la relevancia que cobran los gases de origen renovable como el biogás, el biometano y el hidrógeno. En España tenemos un gran potencial de producción, son fácilmente integrables en los sectores y procesos industriales de difícil o imposible electrificación y contamos, además, con unas infraestructuras de transporte y distribución con una capacidad inigualable en Europa. La suma de todas estas ventajas nos permite considerar a España un país líder natural en la carrera europea por la generación de gases renovables, fundamentales para avanzar tanto en la descarbonización y el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible de 2030 y 2050, como hacia la soberanía energética.

En este sentido, el biometano es hoy el presente, atendiendo a que es una tecnología industrial madura y competitiva, y el hidrógeno será el vector energético del futuro.

Si hablamos de biometano, Bruselas reconoce que somos el tercer país con mayor potencial. Según datos de la Comisión Europea y del IDAE el potencial técnico español de producción podría llegar a los 137 TWh (más de un tercio de la demanda actual de gas natural). Desde Sedigas creemos que esa magnitud es mayor a tenor de la capacidad y relevancia de nuestro sector agrícola y ganadero: disponemos de la cabaña de ganado porcino más grande de toda Europa, la tercera de vacuno y un no menos destacado sector avícola, y tenemos unas relevantes industrias agroalimentaria y de transformación de carnes y verduras que abastecen a media Europa.

Explorar y explotar todo el potencial de desechos ganaderos y agrícolas, así como otro tipo de residuos, es estratégico para la sostenibilidad de nuestro sistema energético”

En breve, desde Sedigas, daremos a conocer los resultados de un ejercicio de revisión y actualización de las cifras potenciales de capacidad productiva de biometano de nuestro país, trazando además un mapa regional atendiendo a la diferente tipología de la materia prima disponible en cada territorio sobre el que trabajar para convertir todo ese potencial en realidad. Porque no olvidemos en este punto que explorar y explotar todo el potencial de desechos ganaderos y agrícolas, así como otro tipo de residuos como los procedentes de vertederos y de los lodos de depuradoras, es estratégico para la sostenibilidad de nuestro sistema energético, pero también de nuestra economía y, especialmente, para el progreso social de todo el territorio, ya que permite abrir nuevas vías de revitalización del campo español y favorecer al tiempo un proceso de transición energética justa e inclusiva.

Mientras, reivindicamos para el despliegue del biometano un impulso normativo y objetivos vinculantes alineados a ese potencial. Hasta ahora, los mecanismos de apoyo al desarrollo del biogás y biometano se han mostrado tímidos. El objetivo señalado en la Hoja de Ruta del Biogás, aprobada el pasado mes de marzo, de 10,41 TWh en 2030, representativo de apenas un 1% de biometano de la demanda gasista total, es muy poco ambicioso. Es posible superarlo con creces y alcanzar uno próximo, como mínimo, al 10%, tal y como se han propuesto otros países de nuestro entorno y más en línea con los compromisos y los objetivos de reducción de la dependencia energética exterior y de descarbonización asumidos desde Bruselas.

Precisamente, por la apuesta inequívoca de la Unión Europea por los gases renovables, no podemos dejar escapar la oportunidad que supone el biometano. Las diferentes propuestas legislativas en Europa (Fit for 55 o REPowerEU) reconocen expresamente el papel del biometano como elemento esencial para la transición hacia una economía circular descarbonizada y para robustecer la seguridad de suministro. Para ello se han marcado ambiciosos objetivos, como aumentar la producción y el uso anual de biometano hasta los 35.000 millones de metros cúbicos en 2030 y se han asignado inversiones de hasta 10.000 millones de euros para reforzar las infraestructuras gasistas. El último ejemplo del empeño europeo por el biometano llegó a finales de septiembre con la creación de la Alianza Industrial para el Biometano, una nueva iniciativa público-privada de la que forma parte Sedigas, que presenta de forma tangible la idoneidad del biometano como tecnología energética autóctona, sostenible y renovable y vector de crecimiento económico y de nuevas oportunidades en los diferentes territorios.

El próximo gran hito normativo a nivel nacional se producirá en junio del próximo año, cuando los Estados miembros tendrán que presentar la revisión de las contribuciones de los gases de origen renovable establecidas en sus respectivos planes nacionales. En España, estamos plenamente convencidos que la revisión de los compromisos del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) supondrá una elevación de los objetivos tanto del biometano como del hidrógeno. Desde Sedigas hemos presentado recientemente las alegaciones de nuestro sector a la consulta pública previa a dicha revisión. Nuestro objetivo es que se conceda un mayor - y justo - protagonismo al biometano dentro de la prospectiva energética, ofreciéndole las bases para que pueda aportar todo su potencial al conjunto de la economía nacional y contribuya a acometer una parte significativa de los aumentos de ambición en los objetivos medioambientales del país.

Para España, el reconocimiento al biometano y su impulso normativo suponen, no solo la oportunidad de materializar el potencial de liderazgo que tenemos a nivel europeo, sino sobre todo de que la transformación energética trascienda a otros ámbitos económicos y sociales: el despliegue del biometano va acompañado del desarrollo tecnológico que supone la creación de toda la cadena de producción e implica la participación en una nueva actividad económica de nuestra potente industria agrícola y ganadera, con la consiguiente oportunidad de creación de riqueza y mediante una transición justa.

Ante una coyuntura actual que requiere de soluciones eficientes con capacidad real de impacto positivo para la ciudadanía y de transformación para lograr un sistema energético seguro, diversificado, sostenible, menos dependiente de terceros y más asequible, es imprescindible incluir a todas las opciones energéticas bajo el paraguas de neutralidad tecnológica. Debemos aprovechar la oportunidad que nos ofrece el biometano, porque es el momento de avanzar y aprovechar todo su potencial, tal y como lo han hecho y van a hacer, otros países de nuestro entorno.