Opinión | EL OBSERVATORIO

El momento de Latinoamérica en Europa

La UE tiene el foco en otros intereses geopolíticos, máxime con una guerra en Ucrania, lo que provoca que la agenda latinoamericana no atrape gran interés en el contexto europeo

Un mural con varias banderas americanas en Río de Janeiro, Brasil.

Un mural con varias banderas americanas en Río de Janeiro, Brasil. / Roberto Huczek (Unplash)

Tener un pasado común y lazos culturales e históricos fuertes es una condición más que necesaria para una relación birregional robusta, pero no suficiente. Latinoamérica y el Caribe, y Europa, comparten valores comunes, entendiendo como tales la apuesta y consolidación de sociedades pacíficas y democráticas, la defensa de un modelo de gobernanza global multilateral y la apuesta por agendas de progreso igualitarias y económica, social y ambientalmente sostenibles, entre otros.

Al mismo tiempo, ambas regiones comparten intereses económicos comunes; no en vano la UE es el principal inversor en LAC con casi 800.000 millones de euros de inversión directa en el 2018, el primer donante de ayuda al desarrollo y el firmante de una gran parte de acuerdos de asociación birregional, como recuerda a menudo el alto representante para la política exterior Josep Borrell, a la que se refiere como la "otra relación transatlántica"

Pareciendo todo esto obvio, no resulta así de sencillo. La realidad desde hace años es que el conjunto de la UE tiene el foco en otros intereses geopolíticos (al sur y este de sus fronteras) máxime en un contexto de conflicto bélico en Ucrania, lo que provoca que la agenda latinoamericana no logre atrapar gran interés en el contexto geopolítico europeo hoy por hoy. Al mismo tiempo, viejos y nuevos actores como EEUU, Rusia o China tienen un rol protagonista en la región, que se enfrenta a retos económicos y sociales relevantes. De esta forma, hemos asistido en los últimos años a la percepción de lo que el presidente Samper califica como la "deseuropeización de América Latina y la desamericalatinización de Europa". 

Con todo, se está haciendo un esfuerzo importante por revertir esta situación, y el 2023 puede convertirse en el año de las "grandes definiciones políticas", como se recordaba durante el consejo directivo de la fundación EULAC y en las jornadas de cooperación iberoamericanas celebradas por la OEI hace unos días. La importancia de aprovechar especialmente el segundo semestre, bajo presidencia española de la UE y ante la previsión de una cumbre iberoamericana primero y eurolatinoamericana después (esta última pendiente desde hace 6 años) para abordar juntos los grandes retos comunes como la transición justa y ecológica, la desigualdad social y de género, etcétera, resulta determinante.

Así, todas las expectativas están puestas en un momento político y unas condiciones que no se repiten a menudo y que, por tanto, hay que saber aprovechar. Ahora bien, para poder hacerlo es necesario trabajar en nuevas narrativas comunes. El sentido de pertenencia a una familia pasa, no solo por recordar los lazos que nos unen, sino por cuidar las relaciones de afecto, sentirse comprendido y atendido en los momentos de necesidad. En este sentido, es conveniente, además de tener valores e intereses comunes, identificar las mismas prioridades, empatizar, conocerse bien, saber interpretarse con acierto y generosidad, cooperar en los momentos necesarios y entender el enorme potencial que tiene la acción común en los organismos multilaterales. 

Desde esta lógica, es importante llegar a la cita de año que viene sabiendo interpretarnos correctamente entre regiones, acertando en la definición de las mismas prioridades de futuro y sabiendo identificar con precisión los matices que puedan existir cuando abordamos retos fundamentales como el desarrollo social o la transición ecológica y digital. En definitiva, necesitamos fomentar un mayor número de instrumentos y espacios que nos permitan acercar las percepciones, incluyendo a la sociedad civil (en el sentido amplio) en el proceso de discusión y conformación de la agenda política y sus prioridades, y tejiendo espacios de encuentro, intercambio y acción común entre ambas sociedades. Hablar el mismo lenguaje y tener canales bidireccionales claros para hablar en confianza y con franqueza entre los actores relevantes de las dos regiones, es clave.

Tenemos un importante reto por delante, que debe tener además en cuenta que en la sociedad de hoy, cuando disponemos de más acceso a la información que nunca, el juego de los populismos, la polarización, la desinformación y las fake news están aumentando la desafección ciudadana y amenazando nuestras democracias, por lo que debemos saber enfrentar con valentía e inteligencia estos fenómenos, tejiendo amplios consensos que nos permitan estrechar lazos y avanzar juntos por la década decisiva que tenemos por delante.