Opinión | EL TRIÁNGULO

La guerra en un tablero de probabilidades

Vladimir Putin, en un encuentro con miembros de su gobierno

Vladimir Putin, en un encuentro con miembros de su gobierno / REUTERS

La guerra de Ucrania nos llega como lo hace el frío en este otoño extrañamente caluroso y tierno, y es que la invasión a ese país hace ahora nueve meses se sucede a base de titulares e imágenes que son un claro reflejo de la sociedad que nos ocupa y en la que acabamos normalizándolo todo, porque todo forma parte de nuestro ecosistema y somos conscientemente inconscientes de que la guerra, la muerte, la maldad, la ambición, la atrocidad o el asesinato son verdades que evocan lo peor de nosotros mismos, pero están ahí para recordarnos que somos mortales y que nuestro mayor error será creernos inmortales, sabios y terrestres inmortales.

El portugués Pessoa tiene unas frases que solo un poeta del desasosiego podría escribir: «La posesión es para mí un lago absurdo, muy grande, muy oscuro, muy poco profundo. El agua parece honda porque engaña, de tan sucia».

Vladímir Putin nunca creyó que la posesión pudiera ser un lago absurdo, porque la posesión para él era el legado que los dioses le habían brindado y los humanos arrebatado con sus leyes y sus alianzas, así que pensó que ¿qué mejor solución que invadir un país hermano para ampliar fronteras y alcanzar un mayor poder? No encontró otra. Sin embargo olvidó medir la profundidad del lago y al final todo está resultando engañoso y sus recursos militares insuficientes y los aliados cada vez más esquivos y sus adversarios inexplicablemente hábiles y todos los sueños se han ido deshaciendo, no los de Putin, sino los de aquellos que pronto comprendieron que lo más doloroso que hay en ellos es cuando dejas de existir. Eso es lo que les ha pasado a muchos ucranianos, que en sus sueños de futuro y vida ellos han dejado de existir, porque esa guerra que los jefes del mundo mueven en su tablero de probabilidades, para ellas es su casa, sus hijos, sus maridos, sus hermanos y la huida o la permanencia en un país que el mundo utiliza tan solo para redimir sus pecados, cada cual los suyos.

Llegará el invierno y pasarán las nieves y el tablero continuará moviendo incertidumbres y generando sinrazones y nadie querrá explicarnos si la guerra tuvo o no que comenzar y si solo fue la decisión de un iluminado o la estrategia por acorralar un dogma en un mundo lleno de dogmáticos que es en el que vivimos sin saber convivir y prendiendo llamas de infinita dureza y nula cordura, como si vivir fuera cosa de los otros, de los que apenas si pueden sobrevivir.