Opinión | ELON MUSK

Redes sociales en tensión

Más allá del contexto económico, algunas grandes tecnológicas viven crisis de modelo por los cambios de gustos y la entrada de nuevos jugadores

El dueño de Twitter, Elon Musk, junto al logo de la red social que acaba de comprar.

El dueño de Twitter, Elon Musk, junto al logo de la red social que acaba de comprar. / REUTERS/Dado Ruvic/Illustration

La llegada de Elon Musk a Twitter ha venido precedida de polémica en cuanto el comprador asumió que el precio comprometido era desorbitado y seguida inmediatamente de despidos masivos y del anuncio del cobro de determinados servicios como la verificación de la cuenta, que ha entrado en crisis tras un aluvión de perfiles falsos, una vez que la autentificación ha pasado a ser un bien a adquirir y no una garantía de solvencia. Pero no solo la compañía del pájaro azul se enfrenta a serios problemas económicos. Meta, propietaria de Facebook, Instagram y WhatsApp, también ha anunciado una drástica reducción de plantilla. Servicios que han tenido un efecto radicalmente disruptivo sobre el ecosistema comunicativo tradicional han visto cómo su viabilidad económica se ve comprometida cuando una crisis económica gravita sobre el mercado publicitario y cómo la llegada de nuevos jugadores, como Tiktok, puede hacer que del día a la noche pasen a ser vistos más como pasado que como futuro, vulnerables a los cambios de gustos y a crisis reputacionales.

El momento comprometido para la economía de las grandes redes sociales lo es también para otros jugadores en el terreno del entretenimiento virtual, como Netflix; del comercio online, como Amazon, o del sector de las tecnológicas en general, desde Microsoft y Google a Tesla o Nvidia. Todas las big tech ejecutan, preparan o sopesan despidos, caen en bolsa y ven dañadas sus cuentas de resultados. Un resultado de la crisis global alimentada por la guerra de Ucrania que reproduce lo que están viviendo otros sectores económicos (o anticipa lo que vivirán).

Con todo, más allá del impacto del contexto económico general, algunas empresas viven también crisis propias de modelo, obligadas a reinventarse como otros tuvieron que hacer a su llegada. Y sus respuestas, como el metaverso de Mark Zuckerberg, en algunos casos parecen más una forma de hinchar una burbuja sin contenido. No menos preocupantes son los planes de Elon Musk: Twitter no es un negocio como otro cualquiera. Es una red directamente conectada con la libertad de expresión y el derecho a la información, y, por consiguiente, con el funcionamiento de nuestras democracias. Las redes se han convertido en una nueva plaza pública donde los ciudadanos hablan y debaten sobre aquellos asuntos que más les interesan, además de divertirse y aprender. Lo que debería ser cualquier medio de comunicación. Twitter ocupa aún una posición privilegiada, y en ese sentido lo que Musk haga o deje de hacer con su nueva adquisición no es para nada inocuo.

Resulta hasta cierto punto inquietante intentar descubrir qué quiere decir el megamillonario cuando se define como un "absolutista de la libertad de expresión""

Por eso resulta hasta cierto punto inquietante intentar descubrir qué quiere decir el megamillonario cuando se define como un "absolutista de la libertad de expresión". Aparentemente el emprendedor sudafricano se adhiere a la tendencia, tan frecuentada por los magnates de Internet, como Mark Zuckerberg, de intentar por todos los medios inhibirse de cualquier responsabilidad sobre los contenidos que circulan por las redes. Así, el flamante propietario de Twitter ha señalado que, para él, el límite de la libertad de expresión es la ley, y que si alguien quiere reducir esa libertad, lo que debe hacer es dirigirse al Gobierno para que lo haga. Todos los insuficientes esfuerzos realizados hasta ahora sobre moderación del discurso del odio y el acoso quedarían así comprometidos.

El presidente de EEUU, Joe Biden, ha advertido a Musk sobre ello. A estas alturas, este debería haberse dado cuenta de que el asunto no es nada fácil, sino muy complejo. El límite entre lo admisible y lo inadmisible es difícil de establecer y siempre controvertido. Twitter es libertad, intercambio y aprendizaje personal, y, a la vez, un lugar donde medran la mentira y el odio. Es pronto para alarmarse. Aunque sí debemos ser vigilantes.