Opinión | CAMBIO CLIMÁTICO

¿La cumbre de la última oportunidad?

La tensión política y las crisis derivadas de la guerra de Ucrania dificultan la cooperación para asumir objetivos climáticos ambiciosos en Sharm El-Sheikh

La sequía amenaza al campo con una siniestralidad de cientos de millones

La sequía amenaza al campo con una siniestralidad de cientos de millones / EFE/MORELL

La Conferencia Mundial sobre el Cambio Climático COP27 que se celebra hasta el 18 de noviembre en la ciudad balneario de Sharm El-Sheikh(Egipto) se presenta, de nuevo, como la última oportunidad para frenar el ritmo de calentamiento del planeta y evitar un cambio climático catastrófico para los seres vivos. Los últimos informes indican que se está acelerando el aumento de la temperatura, y el cambio es claramente perceptible en la acumulación de sequías y canículas, de inundaciones devastadoras y de condiciones extremas. La temperatura en Europa ha subido el doble de la media mundial, superando en 2,2 grados a la de la era preindustrial y rebasando ampliamente el objetivo de 1,5 grados fijado en la cumbre de París de 2015. De no cambiar el rumbo actual, se producirá una subida catastrófica de la temperatura global del planeta de 2,8 grados hacia final de siglo, según el informe de Naciones Unidas sobre la Brecha de Emisiones 2022.

La ejecución de los compromisos adquiridos –que lamentablemente están lejos de cumplirse– solo permitirían frenar la subida a entre 2,4 y 2,6 grados. Para que no supere los 2 grados habría que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un 45% adicional a lo ya previsto de aquí a 2030. Europa contribuye a empeorar la situación con el cierre anticipado en los últimos años de centrales nucleares en países como Alemania o Bélgica y el aumento de la producción de electricidad con carbón.

Las promesas de ayuda incumplidas de los países desarrollados han acentuado la fractura Norte-Sur

Pese a la gravedad de la situación, Sharm El-Sheikh puede ser una nueva oportunidad perdida. La acumulación de tensiones geopolíticas derivadas de la guerra de Ucrania y la crisis energética a la que se une la alimentaria, el alto nivel de inflación y la subida tipos de interés, obstaculizan la cooperación internacional y la asunción de compromisos más ambiciosos. Las promesas de ayuda (incumplidas) de los países desarrollados y la cicatería occidental hacia los países en desarrollo vivida con las vacunas para combatir el covid-19 han acentuado la fractura Norte-Sur. El conflicto desatado por la invasión rusa de Ucrania ha dejado patente la división entre Occidente y quienes rechazan las sanciones contra Putin. La política de EEUU que intenta frenar el desarrollo económico y tecnológico de China dificulta la cooperación entre los dos mayores contaminantes del planeta, mientras a África, que sólo genera el 3% de las emisiones mundiales, se le exigen sacrificios que lastran su desarrollo. 

La transformación energética mundial en base a los actuales compromisos de reducción de emisiones requiere una inversión que la Agencia Internacional de la Energía estima en 3 billones de dólares anuales adicionales de aquí a 2030, es decir, el 3% del PIB mundial. La drástica subida de tipos de interés ha disparado el coste de esas inversiones, dificulta asumir compromisos climáticos adicionales y requiere una gran implicación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI).