Opinión | INTERNACIONAL

Fisura franco-alemana

La relación entre París y Berlín, clave para la buena marcha de la UE, está en horas bajas por discrepancias acentuadas tras la invasión rusa de Ucrania

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el canciller alemán, Olaf Scholz.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el canciller alemán, Olaf Scholz. / CHRISTOPHE PETIT TESSON

Ayer debía celebrarse, en el marco incomparable de Fontainebleau, un consejo de ministros franco-alemán, la cita bianual impulsada por Jacques Chirac y Gerhard Schroeder que desde 2003 visibiliza la importancia de las relaciones entre París y Berlín para la buena marcha de la Unión Europea. Sin embargo, desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, algo no funciona en el tradicional motor comunitario. La reunión se aplazó hasta el próximo año y se sustituyó por un almuerzo de trabajo en el Elíseo que no disipó las discrepancias evidentes que mantienen Emmanuel Macron y Olaf Scholz en asuntos de calado, como la cuestión energética, la Europa de la defensa, las recetas para hacer frente a la inflación o las relaciones con Estados Unidos y China. 

La decisión de Berlín de inyectar 200.000 millones de euros para socorrer a las empresas alemanas, unas ayudas de Estado que otorgan a Alemania una ventaja competitiva, causó un profundo malestar no solo en París. Si la crisis del covid se resolvió mediante el reparto equitativo de los fondos Next Generation EU (806.900 millones de euros) ahora Alemania parece querer afrontar las consecuencias de la guerra de Ucrania en solitario. Otra diferencia de fondo es la energética.

Cuando aún no se ha digerido el error de Angela Merkel de ponerse en manos de Moscú como proveedor de hidrocarburos abriendo la puerta a la excesiva dependencia energética rusa, Alemania es reacia a adoptar soluciones europeas, como fijar un tope al precio del gas o la compra colectiva de stocks. Francia, por su parte, ha dado carpetazo en una reunión tripartita con Pedro Sánchez y António Costa al proyecto de interconexión vía Pirineos (MidCat) por el que Berlín suspiraba. Finalmente, hay discrepancias en materia de Defensa: Alemania, con mayores vínculos transatlánticos, se mantiene bajo el paraguas norteamericano y prefiere los cazas F-35 de Estados Unidos a los franceses, además de capitanear la reacción de un escudo antimisiles de tecnología americana e israelí con otros 14 miembros de la OTAN, un proyecto al que Francia no ha sido invitado. 

El encuentro de ayer en París fue por tanto un primer intento para rebajar las tensiones entre las dos principales potencias de la Unión Europea, aunque la puesta en escena no permitió disipar las dudas sobre la profundidad de las divergencias del eje franco-alemán. Macron y Scholz evitaron comparecer juntos ante la prensa tras el almuerzo de trabajo, del que ni siquiera salió un comunicado conjunto. La presidencia francesa habló de un intercambio "muy constructivo" en el que ambos líderes coincidieron en el diagnóstico de que la Unión Europea se enfrenta a una de las mayores crisis de su historia. El Elíseo evitó mencionar que las coincidencias terminan ahí. En todo caso, quedaron en volver a hablar tras la visita que hará a China el canciller alemán y la que Macron realizará a EEUU. 

Si la UE aprendió de los errores cometidos durante la crisis del 2008 y afrontó la pandemia de covid de manera diferente, la guerra de Ucrania que pone ahora a Europa contra las cuerdas. Un contexto en el que sería deseable contar con un eje París-Berlín que recupere plenamente la sintonía.