Opinión | NÓMADAS Y VIAJANTES

Ya no quedan conejos en la chistera

Los británicos que votaron 'Leave' se creyeron el cuento de que les iría mejor solos, que recobrarían el control de sus fronteras y de sus decisiones

Ciudadanos de Londres protestan contra el Brexit.

Ciudadanos de Londres protestan contra el Brexit.

Activistas de 'Led by Donkeys' ('Liderados por burros') colocaron esta semana un cartel en el 55 de Tuffon Street, en el que se podía leer: "La economía británica se estrelló aquí". En ese edificio del barrio londinense de Westminster conviven los tres 'lobbies' ultraliberales que auparon al poder a Liz Truss y a su ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, ambos fuera de juego en apenas 45 días. Su misión era reducir los impuestos de los ricos y recortar el gasto social, la sanidad pública y las ayudas a las familias que no pueden pagar sus facturas de gas y electricidad.

Truss es la última representación del desvarío ultraliberal que arrancó con Margaret Thatcher, pero Truss no tiene la inteligencia política de la Dama de Hierro; ni 2022 es 1979. Vivimos en un mundo interrelacionado en el que el Reino Unido ha perdido peso.

Pese a los prolongados y televisadísimos fastos del entierro de Isabel II, el país se ha olvidado de enterrar a la reina anterior, Victoria, fallecida en 1901. Su mundo de orden y mando desapareció tras la Segunda Guerra Mundial y la emergencia de EEUU como superpotencia global. El Reino Unido perdió la India y la mayoría de sus colonias. Quedaron la Commonwealth, el boato de la Corona y el poder de la City, capital de los intangibles, que les han permitido vivir en la ficción de la importancia.

Una caja llena de humo

Los humoristas británicos John Bird y John Fortune explicaron el origen de la crisis hipotecaria de 2008 en el vídeo Subprime Crisis. El capitalismo salvaje, el que predica Tuffon Street, consiste en vender humo dentro de una caja cerrada que pasa de inversor en inversor aumentando su valor sin que nadie se atreva a preguntar qué hay dentro. La crisis estalla cuando se abre y se descubre que está vacía. Así cayó Lehman Brothers.

El Brexit, aprobado en referéndum en 2016, fue una consecuencia del desajuste entre una ilusión imperial y su verdadera posición en el mundo. Los británicos que votaron 'Leave' se creyeron el cuento de que les iría mejor solos, que recobrarían el control de sus fronteras y de sus decisiones. Ahora estamos abriendo la segunda caja de Bird y Fortune.

En aquella consulta se impusieron las emociones y la memoria de un pasado idealizado jaleadas por un nacionalismo decimonónico y un coro de oportunistas insensatos. El problema no es Truss, es su partido dirigido por antipatriotas sin principios. Con el Brexit ganaron los Boris Johnson y los Dominic Cummings, jefe intelectual de los orcos de la posverdad. Incluso tuvo minutos de gloria el racista Nigel Farage.

Incapacidad laborista

El laborista Jeremy Corbyn fue incapaz de liderar la campaña a favor de la UE. Detrás de su ambigüedad se escondía un antieuropeísmo atascado en los eslóganes de los años de militancia sindical contra Thatcher. Corbyn quería otra UE, lejos de los mercaderes, pero el referéndum no era un asunto ideológico. Se trataba de una apuesta simple: dentro o fuera de Europa.

Le reemplazó Keir Starmen, un centrista sin carisma que lo acaba de encontrar de repente en el hundimiento de Liz Truss. Las encuestas le colocan en el 10 de Downing Street porque predicen una hecatombe del Partido Conservador similar a la que sufrió la UCD de Adolfo Suárez en 1982. Es difícil que en este escenario los diputados 'tories', tan culpables como Truss, se arriesguen a un adelanto electoral.

Todas las opciones de los conservadores conducen a un 'Catch22', la novela satírica de Joseph Heller en la que cada solución representa un problema mayor. Elegir un tercer primer ministro desde julio, en este caso sin primarias, les dejará poco margen ante una ciudadanía atónita por el espectáculo. La deriva es tal que algunos medios especulan con el regreso de Johnson.

El engaño del Brexit

Las elecciones generales están previstas en enero de 2025. Llegar a esa fecha en espera de una milagrosa resurrección demoscópica es otra fantasía. Los laboristas, los liberal demócratas y los independentistas escoceses exigen comicios inmediatos. Las encuestas les son muy favorables.

La Cámara de los Comunes está compuesta por 650 miembros. Los conservadores lograron en las últimas elecciones una mayoría de 80 escaños, reducida a 71 en distintas elecciones parciales. Cada diputado se presenta por una circunscripción respaldado por un partido, pero lo que importa es su capacidad de resolver los problemas concretos de sus votantes. No es lo mismo ser diputado de una zona asolada por la crisis o de otra que vive en la abundancia. Aquellos que han tomado la temperatura de sus calles saben que están al borde del despido. La gente está harta, pero aún no sabe que el engaño del Brexit es la razón del hundimiento.