Opinión | REINO UNIDO

Naufragio británico

British Prime Minister Liz Truss announces her resignation, outside Number 10 Downing Street, London

British Prime Minister Liz Truss announces her resignation, outside Number 10 Downing Street, London / HENRY NICHOLLS

Ayer, cuando ya era inexorable la caída de la primera ministra británica tras retractarse íntegramente del programa con el que había sido elegida por sus pares, Liz Truss acortó su agonía y presentó su dimisión. Lo hizo tras entrevistarse con Graham Brady, presidente del Comité Parlamentario 1922, que integra a los diputados tories sin cargo gubernamental, que le trasladó el sentir general tras el fiasco de su presupuesto y las dimisiones de Kwasi Kwarteng como secretario del Tesoro y de Suella Braverman como responsable de Interior. 

Al anunciar su marcha a las puertas del 10 de Downing Street, Truss balbuceó algunos argumentos patéticos para justificar su fracaso 45 días después de su llegada, pero sin disculparse o admitir errores. "Reconozco que dada la actual situación no puedo cumplir el mandato por el que fui elegida por el Partido Conservador", dijo. 

Ciertamente, fueron los tories quienes entronizaron a Truss cuando se promocionaba a sí misma como heredera de las fórmulas ultraliberales de Margaret Thatcher en los años ochenta. Truss defendió el proyecto de bajar los impuestos para relanzar la actividad económica y recuperar el crecimiento en el Reino Unido. La música agradó a los conservadores, pero la letra no ha conseguido conciliarse con la realidad: en cuanto el nuevo Gobierno anunció grandes ayudas sociales para combatir la inflación sin un respaldo recaudatorio y, al mismo tiempo, una rebaja en el Impuesto de Sociedades y en la tarifa del tramo más alto del IRPF en un descarado regalo a las rentas más altas, las bolsas se hundieron, la prima de riesgo se disparó y las instituciones supranacionales dieron la voz de alerta. 

Dimite Liz Truss tras mes y medio en el cargo

Agencia ATLAS | Foto: EFE

En concreto, el FMI criticó con dureza aquel dislate imprudente y señaló una grave contradicción: los bancos centrales están subiendo significativamente los tipos de interés en aplicación de una política restrictiva que relaje los precios, y es por lo tanto absurdo que al mismo tiempo se pongan en marcha medidas expansivas como las bajadas de impuestos. Ya se sabe que la estanflación global que hoy padecemos puede conducirnos a una recesión técnica, que no será demasiado seria según los expertos, pero tendría consecuencias más graves no combatir la inflación, más tóxica que el estancamiento. 

Un cambio radical de política económica -el sucesor de Kwarteng ya ha anunciado la retirada de todas las bajadas de impuestos y el recorte de los subsidios prometidos- no podía ser digerido por la sociedad británica, y la dimisión era, pues, ineludible. Pero el Partido Conservador queda muy dañado tras la caída de su cuarto líder en seis años -David Cameron, Theresa May, Boris Johnson y ahora Liz Truss- y tras el voto a favor del Brexit. 

Las próximas elecciones en el Reino Unido deben celebrarse antes de enero de 2025 (las legislaturas duran cinco años), y a los tories, que hoy disfrutan de holgada mayoría, les interesa retrasarlas porque en la actualidad están hundidos en las encuestas. No les será sin embargo fácil remontar este profundo bache, que forma parte del desconcierto sembrado por un Brexit erróneo, improvisado y todavía no digerido ni por los ciudadanos ni por las instituciones.