Opinión | ECONOMÍA

Las pautas del FMI

El organismo internacional rebaja sus previsiones de crecimiento global para 2023 y advierte contra las bajadas generalizadas de impuestos

El FMI rebaja la previsión de crecimiento en 143 países por la guerra de Ucrania

El FMI rebaja la previsión de crecimiento en 143 países por la guerra de Ucrania

El Fondo Monetario Internacional celebra su asamblea de otoño en Washington y su directora gerente, la búlgara Kristalina Georgieva, está marcando unas pautas realistas para enfrentar la crisis de ‘estanflación’ -inflación con estancamiento- que padecemos, consecuencia de la pandemia y de la inesperada guerra en el corazón de Europa.

El FMI ha rebajado sus previsiones de crecimiento hasta un exiguo 2,3% global para 2023, y con la advertencia de que “lo peor está por venir”. Pero esta vez, el organismo de fuerte tradición ortodoxa, está proponiendo fórmulas de relevante contenido social, lo que le ayudará a reconciliarse con una opinión pública que le era muy adversa. 

La directora del FMI está decidida a combatir la inflación con mano firme, consciente de que estamos ante una crisis que no puede ser combatida solo a través de la política monetaria. En un escenario inédito como el actual, condicionado por una guerra y las consecuencias de una pandemia, la subida de tipos puede no ser suficiente para rebajar por sí sola la inflación, aunque dificultará la vida de la gente.

Pese a ello, el FMI respalda la subida del precio del dinero establecida por la FED y por el BCE, inevitable para contener tensiones inflacionistas sensibles a la demanda, aunque como es natural tales decisiones tienen efectos recesivos. Y por supuesto, no tiene sentido que los gobiernos traten de compensar el alza de los precios mediante bajadas de impuestos que “no son efectivas ni se pueden costear”.

“Cuando la política monetaria pone un pie en los frenos, la política fiscal no debe pisar el acelerador porque si lo hace vamos a tener un viaje muy peligroso”, ha dicho Georgieva, quien, en cambio, recomienda ayudar a los más vulnerables mediante medidas “con objetivos muy definidos y temporales”.

La postura del organismo financiero internacional puede interpretarse como una crítica a la fuerte bajada de la presión fiscal que había adoptado el Reino Unido -y que la primera ministra, Liz Truss se ha visto obligada a rectificar- y un espaldarazo a las políticas europeas de ayuda a las rentas más bajas.

En resumen: la política fiscal no debe minar la política monetaria porque si lo hace, la tarea será más difícil y elevará la necesidad de más subidas de tipos y de endurecer las condiciones financieras. Naturalmente, el auxilio a las capas menos favorecidas incrementa el gasto público, pero como también sube la recaudación al elevarse los precios, una parte de este superávit puede aplicarse a aquel fin. Y el resto deberá ser cubierto con cargo al déficit. 

Georgieva también ha querido volver los focos sobre una situación que, siendo compleja a nivel global, se agrava especialmente para los países de bajos ingresos. Hubo igualmente una advertencia sobre los costes más elevados de financiación y la salida de capitales en países con alto nivel de deuda. Las economías más avanzadas crecerán de media un 1% y la zona euro permanecerá casi estancada en un 0,5% con Alemania e Italia, más dependientes del gas ruso, liderando las tasas de crecimiento negativo.

Pero, a diferencia de lo que ocurrió en la crisis financiera del 2008, en esta ocasión, el FMI y la UE van de la mano en la lucha contra la inflación y sus efectos sociales.