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Comentario de texto del "¡Vamos Ahuja!"

23 palabras le han bastado a estos prestidigitadores del verso para resumir lo que la mejor literatura feminista lleva décadas intentando visibilizar

Edificio del Colegio Mayor Elías Ahúja, en Madrid.

Edificio del Colegio Mayor Elías Ahúja, en Madrid. / JESÚS HELLÍN / EUROPA PRESS

Quizás descorazonada por el insistente cuestionamiento de sus alumnos, de para qué diantres sirve un comentario de texto, Pura, mi profesora de Lengua de 4º de la ESO, nos dijo una vez que no solo servía para desentrañar herméticos poemas gongorinos, que esta era una herramienta que podíamos aplicar en nuestro día a día, por ejemplo para entender los significados ocultos de un texto publicitario o el discurso de un político. Y hoy me he acordado de sus palabras, cuando todos hemos escuchado un extraño canto de apareamiento, entonado a muchas voces, tan sencillo en su superficie como oscuro en su fondo.

Perdón por reproducirlo una vez más, pero necesito que lo tengamos a mano. El canto arrancaba en solitario y dice así: "Putas, salid de vuestras madrigueras como conejas. Sois unas putas ninfómanas. Os prometo que vais a follar todas en la capea. ¡Vamos Ahuja!". Luego los coristas retoman algunos leit motifs, para evitar que las sutiles figuras retóricas pudieran difuminar las ideas principales: “ninfómanas”, “os vamos a follar”, “putas”.

La composición se inscribe en el género de la jarcha. Para quien no esté familiarizado, las jarchas son composiciones que la lírica española medieval importó del árabe: constan de una sola estrofa y se caracterizan por un tono sencillo, directo y a menudo enfático, es decir, cargado de vocativos, formas verbales en imperativo y exclamaciones. “Putas” es aquí el vocativo: el rapsoda, desde su balcón, no quiere que sus destinatarias puedan perderse ni mijita de lo que tiene que decirles; su canto no es un lamento al aire, necesita hacerse oír. “Salid” es el imperativo: las jarchas, y la lírica a la que dieron lugar eran cancioncitas de amor o para acompañar el trabajo; a menudo tenía un fin práctico. Y las exclamaciones llegan con ese “¡Vamos Ahuja!”, que cruza la lírica medieval con dos de los géneros predilectos de la masculinidad como son la soflama bélica y la alabanza futbolera.

Quizás porque en su contenido la composición aporta poco al tópico literario que trata —"todas putas"—, en la forma se distingue por un revolucionario verso libre, inédito en las jarchas originales. Sin embargo, y a pesar de su ortodoxia temática, hay que reconocerle su capacidad para sintetizar impecablemente nociones tan complejas y escurridizas como son el patriarcado y la cultura de la violación. 23 palabras le han bastado a estos prestidigitadores del verso para resumir lo que la mejor literatura feminista lleva décadas intentando visibilizar.

Decíamos que parece un canto de apareamiento: el rapsoda y su coro sienten un deseo por unas mujeres concretas a las que exhortan a responder. Sorprende entonces que la llamada empiece con un insulto. Es la primera paradoja del patriarcado: odiar lo que se desea. La escritora Lucía Lijtmaer explicó este tema de forma brillante: “A muchos heterosexuales no les gustan las mujeres”. Lo animalización del objeto de deseo —“conejas”— insiste en este camino y nos lleva al siguiente punto. En el imaginario popular este es un animal que está siempre follando, pero por si la metáfora popular falla, el emisor tira de mitología: “ninfómanas”. Es la segunda paradoja del patriarcado: el varón expresa apetito sexual, pero es la destinataria, que hasta el momento no ha dicho ni mu, la que aparentemente se muere por follar. Una proyección en toda regla.

Pero a esta confusión entre el deseo propio y la otra, que aparentemente se resolvería con negativa de la segunda, se anticipa de nuevo el rapsoda. “Os vamos a follar en la capea”. La alusión taurina aporta color y enraíza con otra tradición basada la dominación y la violencia, pero lo fundamental es la primera parte. Para entenderla debidamente, conviene recordar las exhortaciones testosterónicas que inundan el texto. “Follar” aquí es solo un eufemismo de “violar”. El cantor desea una mujer, fantasea con que es ella la que se muere de deseo y al final consiente en violarla. Esta tercera paradoja, tan siniestra ella, es la que pone el broche al relato patriarcal.

El colofón lo encontramos en la valoración que del poema ha hecho Manuel García Artiga, el director del colegio mayor Elías Ahuja. En una entrevista en la Cadena Ser decía que estos hechos son “inaceptables e inexplicables”. En lo “inaceptable” podemos estar todos de acuerdo; “inexplicable” en cambio solo se lo puede parecer a quien no sepa que en España hay contabilizadas 1.163 mujeres asesinadas por violencia machista en los últimos veinte años. Pero para eso sirve el comentario de texto, como nos explicó en su día la paciente Pura: para entender que hay mensajes que no son un exabrupto, ni un destemple, sino que forman parte de una larga y concienzuda tradición de pensamiento.