Opinión | EL TRIÁNGULO

El exilio de una mujer

Negar la violencia machista hoy en día no solo es torpe, sino que tiene algo de malintencionado

Manifestantes protestan en Barcelona por el asesinato de una mujer en Irán

Manifestantes protestan en Barcelona por el asesinato de una mujer en Irán / REUTERS

En unos días arrancarán las Fiestas del Pilar y una vez más se activan todas las alarmas para que las calles sean seguras, sobre todo para las mujeres que cada día tienen más complicada su supervivencia en un mundo que las acusa casi de cualquier cosa, incluso las asesina por no llevar el velo puesto según las directrices de un modelo de poder al que ellas no contribuyen y que las acosa y persigue.

Realmente resulta agotador tener que denunciar sus muertes y atormenta ver que los progresos apenas existen porque en el colectivo social siguen predominando axiomas demoledores como: «La maté porque era mía», o «la vida de una mujer no tiene más valor que el de su capacidad reproductora». El acoso hacia las mujeres se vislumbra desde muchas caras de la sociedad y el más preocupante es el que imparte y defiende el propio estado en países como Irán, India, Afganistán, México..., pero el daño se evidencia a diario y no solo con la violencia física, sino también con una forma indecorosa de tratar determinadas informaciones o esa manera molesta de acosar a las niñas que tienen algunos niños cuando son solo niños y que nadie cuestiona.

Dicen aquellos que niegan la violencia contra las mujeres, ignoro desde qué criterio ni atendiendo a qué informaciones, que la educación sexual es innecesaria y que se trata de un invento que determinadas mentes perversas quieren que se incluya en las escuelas para fomentar no sé qué catecismo diabólico, según los negacionistas, que les permite emitir enunciados de índole realmente claustrofóbica. Negar la violencia machista hoy en día no solo es torpe, sino que tiene algo de malintencionado y políticamente es ajeno a las cosas que realmente pasan en nuestras calles y en nuestras vidas y que sin embargo tristemente y con dolor las mujeres hemos tenido que callar en demasiadas ocasiones por miedo a ser tratadas de forma injusta, acusadas de ser lesivas y provocadoras con nuestra forma de ser y estar.

Hace unos días una muchacha narraba en una cadena de televisión de nuestro país cuáles fueron las dos primeras preguntas que le formularon cuando hace unos años fue a denunciar que había sido víctima de una agresión sexual; lo primero que le preguntaron era si iba sin sujetador, lo segundo si había bebido y si a las dos preguntas contestaba de forma afirmativa, ella ya era culpable por el simple hecho de ser mujer, algo que resulta vomitivo y que sucede a diario causando las muerte a miles y miles de mujeres y si no la muerte sí la tortura y el exilio de sus propias vidas.