Opinión | PGE 2023

Unas cuentas expansivas

Los Presupuestos pactados por el Gobierno de coalición estarán sujetos al desequilibrio derivado de la inflación y de un crecimiento menor del previsto

Sánchez y Díaz escenifican en Moncloa el acuerdo de presupuestos para 2023

Sánchez y Díaz escenifican en Moncloa el acuerdo de presupuestos para 2023

El PSOE y Unidas Podemos llegaron en la madrugada del martes a un acuerdo sobre los Presupuestos Generales del Estado cerrado con una foto de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz solo media hora antes de comenzar el Consejo de Ministros que aprobó el proyecto de las cuentas públicas para 2023. El pacto presupuestario in extremis se repite por tercera vez en la legislatura y ha superado las reticencias de Unidas Podemos -aunque con ruido interno en la formación morada- a un incremento del gasto militar derivado de los compromisos internacionales.

Es un tímido gesto de estabilidad en la coalición que ahora tendrá que ser negociado con los socios de la investidura. En principio son favorables, pero tanto ERC como el PNV presentarán reivindicaciones territoriales y reclamarán más medidas sociales.

Los Presupuestos son formalmente expansivos, con un fuerte aumento del gasto (un 7,6% frente a una inflación de más del 9%), que supera el crecimiento económico previsto para 2023, que el Gobierno acaba de rebajar del 2,7% al 2,1%. El total de las partidas se eleva a 485.986 millones de euros, casi 35.000 millones más que el de este año. El gasto social formalmente sube un 10,5% hasta sumar la cifra récord histórica de 266.719 millones, un 58,5% del gasto total.

Hay que tener en cuenta el aumento del sueldo de los funcionarios. Esta subida, una medida previsible en un Gobierno progresista, tiene como aparente objetivo que los colectivos sociales más vulnerables no sufran lo peor de la crisis económica que castigará a todos los países europeos en 2023. Sin embargo, un Presupuesto expansivo está expuesto a que las incertidumbres derivadas de la guerra de Ucrania, del incremento brutal de la inflación y de los precios energéticos, así como de la subida de los tipos de interés, hagan que las previsiones se enfrenten a una caída del crecimiento mayor de la pronosticada y aumenten el déficit y la deuda, para cuyos intereses ya se destinan 31.330 millones, un 3,7% más.

A diferencia de otros ejercicios, las cuentas no se han basado en unas previsiones de evolución del PIB ilusorias, pero incluso fundamentándolas en un PIB revisado a la baja, el 2,1% del que parte el Gobierno es más optimista (a espera de las nuevas previsiones del Banco de España) que el 1,9% que vislumbra Funcas o el 1,5% que vaticina la OCDE. Esta incertidumbre va a ser utilizada por la oposición y por los mercados para descalificar las cuentas y etiquetarlas de electoralistas, como ya ha empezado a hacer. Al tiempo que insiste en reclamar una reducción de impuestos que situaría los Presupuestos ante un equilibrio aún más inestable.

Pero más allá de esa acusación, los PGE recogen medidas acordes con el marco actual, como el aumento de las pensiones de acuerdo con el IPC, el aumento del Ingreso Mínimo Vital y de otras ayudas como consecuencia de la subida del índice de referencia, el incremento de la prestación por desempleo o medidas extraordinarias para favorecer el ahorro energético. El Presupuesto recoge ya las modificaciones de la fiscalidad anunciadas (rebaja del IRPF hasta los 21.000 euros de ingresos anuales y subida a partir de 200.000; impuesto a las llamadas grandes fortunas a partir de tres millones; impuestos a las energéticas y a la banca), medidas que han de proveer los ingresos fiscales pero que no resuelven el problema de fondo. 

El Gobierno ha perdido la oportunidad de encarar la siempre aplazada reforma fiscal integral con un pacto con la oposición y con las comunidades autónomas, recurriendo a parches, como el impuesto a las grandes fortunas para contrarrestar la supresión por algunas comunidades del impuesto de patrimonio.