Opinión | LA VENTANA LATINOAMERICANA

Lula, el triunfo que no fue y el giro que no se produjo

La bronca campaña para la segunda vuelta estará marcada por las noticias falsas, un mayor protagonismo de cuestiones como el aborto o el divorcio y por acusaciones personales

Un partidario del candidato Lula da Silva durante las elecciones de Brasil.

Un partidario del candidato Lula da Silva durante las elecciones de Brasil. / DPA/Myke Sena

Había fuertes expectativas de que Lula ganara en la primera vuelta. Las encuestas de los últimos días servían para reforzar esta idea y los principales dirigentes del PT, el Partido de los Trabajadores, así lo entendían. Por eso, transmitían a diestra y siniestra un optimismo contagioso, febril y desbordante

Sin embargo, bajo la superficie de unas predicciones demoscópicas que volvieron a fallar estrepitosamente se movía una realidad mucho más compleja. El abandono de las entrevistas presenciales y su reemplazo por internet está condenando a los estudios de opinión, especialmente a las predicciones electorales, a una irrelevancia creciente. Prueba de ellos son sus recientes y repetidos fracasos (ver, por ejemplo, lo ocurrido con el plebiscito constitucional chileno del pasado 4 de septiembre).

Las expectativas no se quedaban en Brasil e iban mucho más allá. Si ganaba Lula, todavía puede ganar en segunda vuelta, se consumaría el tan proclamado nuevo giro a la izquierda en América Latina, la renovada marea rosa, expresión de un “progresismo” que ansía a convertirse en hegemónico en la región, más allá de sus propias contradicciones internas. De ahí que el ajustado triunfo del candidato del PT haya sido celebrado con escasa alegría por los gobiernos más próximos ideológicamente, que esperaban una victoria más amplia, para trasladarla incluso a la política interna.

Pero, otra vez, las cosas son más complejas de lo que parece y las excesivas simplificaciones poco aportan a la comprensión de lo que ocurre. En realidad, si gana Lula no será tanto por su filiación al PT y su orientación político-ideológica (ver su viaje al centro en la búsqueda de votos) como por el fuerte peso del voto protesta contra los oficialismos, en este caso contra un Bolsonaro que gestionó la lucha contra la pandemia de un modo catastrófico e incumplió buena parte de sus promesas en materia económica (comenzando por las numerosas privatizaciones incumplidas).

Pero, por el contrario, si finalmente ganara Bolsonaro, algo que no puede descartarse totalmente, quedaría fuertemente cuestionada la tan mentada teoría del giro a la izquierda. El resultado de la consulta chilena también abundaría en la misma dirección. Igualmente, en el caso de que Lula fuera el próximo presidente de Brasil, si es elegido el 30 de octubre, deberá gobernar con un Parlamento muy fragmentado, como viene ocurriendo desde hace tiempo en Brasil, al igual que en muchos otros países de América Latina (como Perú, Colombia o Chile). Ahora bien, con los resultados del domingo, el Parlamento brasileño ha quedado muy escorado a la derecha y con escasas posibilidades para la izquierda y el centro izquierda para armar mayorías suficientes que le garanticen la gobernabilidad en el supuesto de que tengan que gobernar.

En esta primera vuelta se enfrentaron dos candidatos que comparten entre sí, más allá de lo mucho que los diferencia, elevados índices de rechazo. Quienes no quieren a Lula ven en él un claro símbolo de la corrupción y del retroceso económico del país, aunque esto último haya sido consumado por su sucesora y correligionaria Dilma Rousseff. Quienes rechazan a Bolsonaro lo hacen por sus manifestaciones antidemocráticas, su pésima gestión de la pandemia, su homofobia y sus otros posicionamientos en cuestiones valóricas, así como su desempeño claramente populista.

"Se enfrentan dos candidatos que comparten entre sí, más allá de lo mucho que los diferencia, elevados índices de rechazo"

Es tal el rechazo a los dos candidatos que hay un número muy destacado de brasileños que se niega a votar por alguno de ellos en ninguna circunstancia. De ahí que sea muy complicado esperar un importante trasvase de votos o la reconfiguración de nuevas alianzas. Al ser solo cinco puntos, casi seis millones de votos, los que separan a Lula de Bolsonaro, la campaña para la segunda vuelta será dramática

Ésta estará marcada por la circulación de noticias falsas, totalmente desbordadas, por un mayor protagonismo de las cuestiones valóricas (aborto, divorcio, fecundación asistida, derechos de los colectivos LGTBI) para ganarse al electorado evangélico y por broncas acusaciones personales. Hasta ahora, el equipo propagandístico de Bolsonaro ha sido mucho más hábil en el manejo de las redes sociales que el de Lula. De todos modos, cualquier cosa es posible en este contexto, a tal punto que no se puede descartar un repunte de la violencia o incluso un rechazo del resultado por parte de Bolsonaro en el supuesto de salir derrotado de los comicios.

En todo caso, se abren grandes interrogantes respecto al futuro político y económico de Brasil. Pero, gane quien gane, los fundamentos de la mayor economía de América Latina están de momento a salvo de las oscilaciones en la cumbre del poder y de la identidad del próximo presidente. Algo similar ocurre con sus instituciones políticas (y sus pesos y contrapesos), pese a la intensa fragmentación de su sistema de partidos. Sus instituciones permitirán capear el temporal en el caso de una hipotética victoria de Bolsonaro.