Opinión | LA ESPIRAL DE LA LIBRETA

Un náufrago llamado Labordeta

Un documental narra el hallazgo de un diario íntimo entre los papeles del cantautor

José Antonio Labordeta

José Antonio Labordeta / Europa Press

Puede parecer que el hábito de escribir un diario responde a un narcisismo exacerbado, al regodeo de contemplarse en el espejo con vanidosa coquetería. Desde luego, existen diaristas que despliegan su enorme cola de pavo real, un abanico de plumas azules y cegadoras, pero me atrevería a decir que la gran mayoría de practicantes son (somos) pobres náufragos, aferrados a la libreta igual que a un tablón, a un hombro amigo, aunque a veces se escupa una gota de veneno. Brazada a brazada, se llena la página en blanco como desaguadero de la cotidianidad. Este sería el caso de un hombre llamado José Antonio Labordeta (1935–2010), poeta, músico, profesor y diputado. (Iba a escribir "un hombre entrañable", pero el adjetivo lo trivializa).

LA ÚLTIMA FILA

Llego raspando al cine Boliche, con la sesión ya comenzada, la sala a oscuras y el fastidio de haberme perdido los diez primeros minutos de ‘Labordeta, un hombre sin más’, un documental realizado por Gaizka Urresti y Paula Labordeta, una de las tres hijas del cantautor aragonés. La película se vertebra en torno a un diario íntimo que el protagonista escribió durante 14 años de su vida y de cuya existencia nadie tenía idea, ni siquiera la viuda, Juana de Grandes, quien encontró el cuaderno de tapas verduzcas ordenando papeles en la vieja casa de Zaragoza. De primeras, no quiso confesar el hallazgo ni siquiera a sus hijas. La lectura la atravesó. La dejó muda. Determinadas cosas pertenecen a la semilla y no se las cuentas ni a tu marido ni a tu esposa, aunque los ames, aunque les hayas dedicado canciones hermosísimas, versos como "he cruzado la lluvia de tus pechos".

Las páginas del diario, el documental, descubren a un hombre vulnerable que se angustia por las injusticias del mundo, a un creador que se cuestiona si escribe bien o mal, si habrá valido la pena alguna de las canciones que compuso, aun cuando algunas se convirtieron en himnos ("polvo, niebla, viento y sol/ y donde hay agua, una huerta", así dibujó Aragón su mirada). El encendido de las luces en el cine nos sorprende a unos cuantos canturreando la melodía de los créditos: "Y los campos desiertos/ volverán a granar / unas espigas altas / dispuestas para el pan".

José Antonio Labordeta fue un hombre honesto, que no es poco. Un hombre bueno en el sentido machadiano de la palabra. Sería un sarcasmo que su recuerdo se achicara en anécdota, reducido al episodio aquel en el Congreso cuando mandó a paseo a los 'hooligans' de la bancada del PP, que le afeaban el discurso. "¡A la mierda!", tal vez la primera frase viral de la política española. 

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