Opinión | EL TRIÁNGULO

Tenuemente anestesiados

De locos es esta corriente de pensamiento político que de todo hace un lío que nada tiene que ver con lo ideológico

Varios ciudadanos pasean en la plaza de Callao (Madrid)

Varios ciudadanos pasean en la plaza de Callao (Madrid) / EFE

Somos tenuemente anestesiados y de esa forma, como la felicidad en las familias infelices, los hechos se vuelven más soportables y nos acostumbramos a vivir a base de lazos que en ocasiones solo tienen un nexo que es el del conformismo, o el de un supuesto razonamiento ideológico que casi siempre alcanza tintes irracionales en esta sociedad bronca, donde no paran de aflorar tontos con camisas y corbatas que nos importunan una y otra vez con sus planteamientos de dentadura postiza y postizos argumentarios plagados de lugares comunes, mentiras bochornosas y presuntos culpables por no haber querido probar un bocado de ese bocado que en tierra de cada uno es casi sagrado. De locos. Porque de locos es esta corriente de pensamiento político que de todo hace un lío que nada tiene que ver con lo ideológico, ni siquiera con lo necesario o urgente, solo con una moda insoportable de ocupar minutos mediáticos diciendo estupideces sin criterio, levantando la voz por encima de lo necesario y ensuciándolo todo de mediocridad y desatino en un espectáculo carente de talento.

Dicen las voces del futuro que hemos sobrevivido y no parece que ese vaya a ser un canto esperanzador, porque cada día somos más tenuemente anestesiados y llegará un momento en el que la dosis acumulada será tan dominante que no seremos capaces de discernir y todo lo que no sea bronca, extremismo y ausencia de diálogo en los tableros políticos nos parecerá algo que si existió no debiera haber existido y acabaremos olvidando y asumiendo que si uno fuma dos paquetes de tabaco al día es más que probable que desarrolle un cáncer de pulmón, de la misma forma que si una sociedad se deja llevar por las frases manidas, los gritos y las mentiras acabará sufriendo de amnesia colectiva y su recuerdo carecerá de términos afectivos ahora perfectamente sustituidos por imperativos que escuchamos entre lamentos que nos tragamos, sin querer entender que el tiempo contiene todos los tiempos, los de antes, el de ahora y los que están por llegar y solo ejerciendo una ecuación de simple sabiduría podríamos evitar males mayores y conseguir quedarnos al margen de hombres y mujeres que no tienen más criterio que el criterio de creerse únicos y bellos sin entender que la felicidad también existe en las familias infelices.