Opinión | UNIÓN EUROPEA
Responder al desafío de Meloni
Combatir con éxito a la líder de Hermanos de Italia exige de los partidos democráticos una alternativa que responda a las inquietudes de los votantes
La victoria de Giorgia Meloni en las elecciones italianas es un desafío político mayúsculo para la Unión Europea y para la democracia. Por mucho que la líder de los Hermanos de Italia moderase su discurso en los últimos días de campaña, es difícil soslayar la conmoción que ha supuesto su victoria. Cuando Meloni se siente en la silla del Consejo Europeo reservada a Italia se vendrán abajo más de dos décadas de cordón sanitario frente a la extrema derecha. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que no escatimó advertencias sobre lo que podía suponer su victoria, tendrá que recibirla con los beneplácitos reservados a los nuevos presidentes. Pero la lista de quienes han felicitado a Meloni es corta: los presidentes de Hungría y de Polonia, la francesa Marine Le Pen, Santiago Abascal y otros líderes de la derecha extrema. Algo insólito que revela la dimensión del shock y justifique la pregunta, ¿cómo hacerle frente a Giorgia Meloni?
Es momento de analizar no solo las peculiaridades del mapa electoral italiano, sino las fuerzas tectónicas que sacuden el continente europeo a favor de una derecha hasta hace poco proscrita. Más allá de una ley electoral favorable a quien consiguiera formar una coalición ganadora, el triunfo de Meloni es significativo del malestar de la sociedad italiana. Mientras Mateo Salvini, con promesas de ordeno y mando, pescaba votos entre los electores más desfavorecidos que seguimos viendo erróneamente como caladeros exclusivos de la izquierda, Silvio Berlusconi sumaba otro 8% de votos, suficiente para condicionar a Meloni en temas en los que tiene su propia agenda, como las relaciones con Vladímir Putin.
Bruselas estará muy vigilante con las políticas desplegadas por Meloni y su coalición, especialmente en el campo de las libertades individuales y la adhesión al proyecto europeo.
Puede que la moderación reciente de Meloni fuera algo más que una estratagema electoral. Su adhesión a la OTAN y la UE y su distanciamiento de Putin le han servido para captar votos de Berlusconi, pero no parece que este sea el origen de su giro. La ambiciosa política italiana sabe que tiene las de perder en un asalto frontal a las instituciones de Bruselas. Roma no es Budapest. Ni siquiera es Varsovia. Un ataque a las libertades como el que sufren los húngaros o una embestida contra la judicatura como en Polonia, encenderían todas las señales de alarma en Bruselas.
Lo más probable es que Meloni se prepare para una estrategia de largo alcance aprovechando la debilidad de la UE. Hacerle frente con eficacia requiere también una estrategia de largo plazo. Es la que deberían adoptar los partidos democráticos para responder al desafío que supone su victoria. De poco sirve demonizarla como si fuera el mismísimo Mussolini. Combatirla con éxito pasa por criticarla por lo que es y por lo que haga en tres escenarios decisivos para el futuro de la UE: las libertades individuales, la adhesión al proyecto europeo y la defensa irrenunciable de la soberanía (hoy la de Ucrania). Y aún más, por presentar una alternativa que responda a las inquietudes de los votantes y no quede ahogada por el ruido de las divisiones y las rencillas.
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