Opinión | GUERRA EN UCRANIA

El momento actual

La convulsa situación internacional y su reflejo en el debate político nacional

El presidente de Rusia, Vladimir Putin

El presidente de Rusia, Vladimir Putin / PRESIDENCIA RUSIA

El mundo no se detiene. Aunque a veces los acontecimientos se precipitan, la historia sigue su curso. La cuestión, en el presente, es que no estamos seguros de saber en qué dirección avanza. Hay motivos para el optimismo y para el pesimismo, pero tenemos la sensación de haber perdido el control y no sabemos bien qué debemos hacer. Estos días están siendo pródigos en malos augurios. El peligro más inminente procede de Rusia que, en su afán de destruir Ucrania, ha conseguido implicar a la comunidad internacional en un conflicto de resultado totalmente incierto. La pantomima de referéndum que ha organizado no ha sido tomada en serio por nadie, pero a Putin le servirá para proclamar la adhesión de una franja de Ucrania a la federación rusa y considerar cualquier acción del ejército ucranio en esas cuatro regiones como una agresión a Rusia. Por primera vez, su amenaza de utilizar todo tipo de armas es creíble. Putin manda y los rusos, aterrorizados, callan, huyen o protestan. La movilización militar ha abierto otro frente en el interior de la sociedad rusa, de difícil gestión para el dictador por mucho que recurra a la fuerza.

Mientras, los italianos votan en una situación crítica. Se vaticina el triunfo claro de una coalición derechista, que dará paso a la formación de un gobierno presidido por Giorgia Meloni, la estrella más rutilante de la política italiana, que ha desarrollado toda su carrera política en reconocidos partidos neofascistas. Esta victoria anunciada de la derecha radical y populista se produce poco después del éxito de Demócratas, partido con raíces neonazis, en Suecia, país donde la democracia y el estado de bienestar se han conjugado en su máxima expresión, y de que el parlamento europeo calificara a Hungría de “autocracia electoral”. No debe pasarse por alto la unión de las dos palabras elegidas para definir el sistema político magiar. Significa que Orban dirige el país de forma autoritaria, sí, pero con el permiso de los húngaros, que lo votaron. La Comisión Europea le ha puesto deberes, pero lo relevante es que en la Unión se admite que uno de sus miembros no es una democracia.

La sociedad española parece resignada a que sea el ejecutivo de la Unión el que “ayude” a nuestros dirigentes políticos a recomponer el orden del sistema judicial"

Este es el entorno respecto del cual España no puede sentirse ajena porque forma parte de él y, por tanto, recibe su influencia. Aquí también pasan cosas, que pudieran tener trascendencia europea. El poder judicial está a punto de quedar patas arriba. Para describir el estado de la justicia en España basta mencionar, entre los hechos más recientes, el incumplimiento de la ley por la que debían haberse relevado a magistrados del Tribunal Constitucional, la eventual renuncia del presidente del Consejo General del Poder Judicial, el rechazo del Consejo Fiscal a la decisión del Fiscal General de ascender a Dolores Delgado o los argumentos esgrimidos a propósito de la petición de indulto para Griñán. En opinión de los españoles, el funcionamiento de la justicia merece una valoración negativa y, de acuerdo con el 80% de los abogados, según el barómetro judicial de Metroscopia, ha empeorado en los últimos años. En este punto al que hemos llegado, la sociedad española parece resignada a que sea el ejecutivo de la Unión el que “ayude” a nuestros dirigentes políticos a recomponer el orden del sistema judicial.

Similar cariz está tomando el contencioso sobre los impuestos. Los partidos se enzarzan en una polémica de importancia secundaria, en la que está directamente en juego un pequeño porcentaje de los ingresos, sin abordar a fondo la conveniencia de una reforma fiscal, el alcance de la autonomía política, el mantenimiento del estado de bienestar o el sistema de financiación autonómica, que caducó y está pendiente de un nuevo acuerdo desde hace ocho años. Pretenden darle altura ideológica al debate esgrimiendo los viejos argumentos de ricos y pobres, cuando en realidad el enfrentamiento se inserta en sus estrategias de captación del voto. La carrera ha comenzado y el patio electoral anda ya algo revuelto. La posible ruptura de Podemos con Izquierda Unida y el tropiezo de Vox con Macarena Olona pueden deparar, después de las próximas elecciones generales, un dibujo bien distinto del mapa político.

El mundo se agita. Muchas cosas empiezan a estar fuera de su sitio. Europa, una zona estable durante casi un siglo, continúa siendo el lugar más habitable del planeta. No obstante, convertida ahora en el escenario de agudas tensiones latentes, deja entrever cierta vulnerabilidad y no ofrece la seguridad de antaño. La democracia ya no funciona por sí sola. Necesita a todo aquel que tenga el ánimo de respetarla, practicarla y, si fuera preciso, defenderla.