Opinión | NACIONES UNIDAS

Ucrania y la impotencia de la ONU

El mayor logro de la cita en Nueva York ha sido dejar patente la absoluta soledad internacional de Moscú

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, hablando por teleconferencia en la 77ª Asamblea General de la ONU.

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, hablando por teleconferencia en la 77ª Asamblea General de la ONU. / ONU

El 77º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas que se celebró la pasada semana tenía como lema "Un momento clave: soluciones transformadoras ante desafíos interrelacionados", y debía versar sobre la pandemia de covid-19, el cambio climático y los conflictos abiertos, además de abordar la necesidad de encontrar soluciones para la construcción de la sostenibilidad y la resiliencia en todo el mundo. Evidentemente, los resultados han sido parcos ya que la guerra en Ucrania ha absorbido todas las energías de los líderes. Sin que, por cierto, la ONU, impotente, haya sido capaz de avanzar.

Aunque no se puede desdeñar el trabajo rutinario que realiza la comunidad internacional a través de Naciones Unidas, lo cierto es que el gran organismo multinacional se ha visto sobrepasado por las rémoras de su propia concepción al término de la Segunda Guerra Mundial y la ausencia de una reforma adaptada al mundo del siglo XXI. No es posible reprimir los excesos de uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad —Rusia— que conserva su derecho de veto. Y es razonable, aunque ingenua, la petición de Ucrania de que las cosas cambien.

El mayor logro de esta cita ha sido de índole diplomática y psicológica: ha resultado patente la soledad de Moscú, tan solo arropado por excéntricos estados iliberales y algunas serviles repúblicas de la antigua URSS. La rígida defensa del ministro ruso de Exteriores de los referendos en las repúblicas ucranianas de la cuenca del Donbás ha desnudado la pueril estrategia de asimilación del Kremlin para convertirlas en parte del territorio ruso y que cualquier agresión sea interpretada por Moscú como un ataque a su soberanía. Esta tesis casa con la bravata de Vladímir Putin de lanzar la inaceptable amenaza de utilizar armamento de destrucción masiva.

"La ONU se ha visto sobrepasada por las rémoras de su propia concepción al término de la II Guerra Mundial y la ausencia de una reforma adaptada al mundo del siglo XXI"

La Asamblea General ha servido también para generalizar los contactos al margen del protocolo oficial. Entre ellos, el de el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, con su homólogo chino Wang Yi. A Pekín le ha quedado claro que sería grave prestar ayuda a la invasión. China sigue sin condenar a Rusia pero defiende la soberanía de Ucrania. Esa posición puede ser clave para abrir una vía a la negociación.

Mientras, Vladímir Putin, que no ha podido impedir que sus súbditos se percaten de que la "operación especial" era en realidad una cruenta guerra expansionista como las de antaño, trata de gestionar el descontento de los suyos, que huyen para impedir un reclutamiento forzoso. Europa se enfrenta ahora, esperemos que sin divisiones, al dilema de acoger en territorio comunitario a los rusos que huyen de la obligada llamada a filas. Quizás no sean los rusos, sino la superestructura del poder autoritario emanado del Kremlin la que habría de ser sancionada y los ciudadanos que huyen deberían ser acogidos de acuerdo con la moral democrática y la legislación internacional.