Opinión | AL AZAR

Una Europa de ultraderechas

Si los partidos que están construyendo una Europa de ultraderechas son tan despreciables, ¿por qué les votan en volúmenes apreciables?

Meloni: Espero que triunfo de la derecha en Italia abra el camino en España

Meloni: Espero que triunfo de la derecha en Italia abra el camino en España / EFE/EPA/LUCA ZENNARO

Los partidos de extrema derecha son satánicos y no merecen por tanto ninguna consideración analítica, que pecaría de complicidad diabólica. Los partidos moderados que cubren el espectro entre liberalismo y socialdemocracia son angélicos, por lo que toda discusión de sus carencias es blasfema. Se prohíbe interpretar la realidad, identificarla. Mientras tanto, los números imparables e implacables señalan a Suecia como otro eslabón en la construcción de una Europa de ultraderechas. Orban o Kaczynski han dejado de ser excepciones venenosas para convertirse en la norma reaccionaria, países más próximos se comportan con desenvoltura como si Vox no contara ya 52 diputados en el Congreso.

El bloqueo de la razón permite que Íñigo Errejón sonara revolucionario en 2018, al indignarse del desprecio elitista al voto a Vox, recordando que "no hay cuatrocientos mil andaluces fascistas". Si los partidos que están construyendo una Europa de ultraderechas son tan despreciables, ¿por qué les votan en volúmenes apreciables? Y si las formaciones alineadas con la ortodoxia son impecables, ¿por qué sufren un rechazo masivo? Tres de cada cuatro menores de 35 años se desentienden en Francia de la elección del presidente de la nación, y a esa edad ni siquiera se les puede llamar jóvenes.

En el credo de Wall Street sobre las cotizaciones bursátiles, "los árboles no crecen hasta el cielo", por lo que la Europa de las ultraderechas también se estrellará con sus contradicciones. Hasta entonces, no se quitarán la venda de los ojos fuerzas tradicionales que han olvidado que la democracia es el Gobierno en favor de las mayorías. En la última fiesta del Titanic europeo, la orquesta se empleaba con fuerza para que Sanna Marin se contoneara ante los móviles de sus amigos traidores de la jet. Mientras la tímida burguesía se escandalizaba entre visillos, llovía sobre su cabeza la única acusación más grave que el fascismo, la misoginia. Hoy mismo, la primera ministra finlandesa se expresa equidistante frente a Giorgia Meloni, madre soltera y nuevo bastión de la ultraderecha continental, porque "los italianos tienen derecho a elegir". La fiesta debe continuar.