Opinión | LA SUERTE DE BESAR

Los trajes de Isabel II

La manera de vestir, los sombreros y los colores llamativos de los trajes que llevaba la monarca la convertían en una mujer de estilo único. No muchas personas pueden alardear de ser genuinas en algo

Isabel II.

Isabel II. / EFE

La información relacionada con el fallecimiento de la reina y su sucesión, las reacciones de los ciudadanos británicos, europeos y mundiales, las conexiones en directo y programaciones especiales de todas las cadenas televisivas y radiofónicas me han resultado intensas. A pesar de que su talante y carisma fueran innegables y los valores que su figura representaba incuestionables, he acabado saturada. The Crown convirtió a Isabel II en nuestra monarca más conocida y logró que la prestancia, elegancia y sofisticación fuesen virtudes deseables por el pueblo llano. La manera de ser de un aristócrata español suele dejarme impasible, la de un británico jamás. Tienen un no sé qué indescriptible, como indescriptible era el estilo de Isabel II. Su forma de vestir, los sombreros y los colores que usaba no podían catalogarse de elegantes, pero tampoco de horteras. No podías definirla como histriónica, pero tampoco discreta. Era genuina y ser genuina en algún aspecto no es tarea fácil. He pensado sobre ello estos días, sobre los atributos y actitudes que, en mi opinión, hacen que una persona sea especial.

Hacer reír. El humor fino, inteligente, transgresor y con un punto políticamente incorrecto. La capacidad para reírse de uno mismo y de casi todo. Es decir, ser un Monty Python. La valentía de las niñas que no visten de Shein y no aparentan ser adolescentes hipersexualizadas y la de los niños que no se peinan con el flequillo hasta las cejas. Los que son capaces de ir contra la corriente estética mayoritaria, y más a ciertas edades, son mis héroes. Gabriel Plaza, el joven que sacó la mejor nota de selectividad en la Comunidad de Madrid y que decidió estudiar Filología Clásica, a pesar de las críticas que le llovieron. Admiro que dijera que era de humanidades hasta la médula. Podría haber dicho que él era más del metaverso y de la inteligencia artificial, pero eso no lo habría convertido en poco convencional. Me gustan las personas a quienes la pasión por algo atraviesa su espina dorsal. Javier Marías defendía la escritura y la traducción de esta forma. Un autor único. Una gran pérdida.