Opinión | EN CLAVE EUROPEA

Eliseo Oliveras

El PP europeo apoya a los ultras

Esta estrategia se aprovecha del voto del malestar que capta la extrema derecha y otorga un rango de respetabilidad a la agenda política ultra, plantea graves riesgos democráticos y expande las tendencias autoritarias en la UE

La dirigente del partido de extrema derecha Hermanos de Italia, Giorgia Meloni, en una manifestación en Milán. /

La dirigente del partido de extrema derecha Hermanos de Italia, Giorgia Meloni, en una manifestación en Milán. /

La dirección del Partido Popular Europeo (PPE) respalda abiertamente la alianza con la extrema derecha para recuperar cuotas de poder en los gobiernos de la Unión Europea (UE). Esta estrategia se aprovecha del voto del malestar que capta la extrema derecha y otorga un rango de respetabilidad a la agenda política ultra, plantea graves riesgos democráticos y expande las tendencias autoritarias en la UE. El Partido Popular Austriaco (ÖVP), que ha gobernado en varias ocasiones con el extremista Partido de la Libertad (FPÖ), ha interiorizado gran parte de su agenda política ultra. Lo mismo ocurre en España con el PP y Vox. Y el primer ministro húngaro, Viktor Orban, pudo consolidar su modelo autoritario gracias a la protección del PPE durante más de una década

En Italia, después de hacer caer el Ejecutivo de Mario Draghi, el PPE ha pactado entregar la presidencia del Gobierno a la ultraderechista Georgia Meloni, líder del partido posfascista Hermanos de Italia, de cara a las elecciones del 25 de septiembre. En Suecia, que acude a las urnas este 11 de septiembre, los partidos Moderado y Cristianodemócrata, ambos miembros del PPE, anuncian que están dispuestos a gobernar apoyados por la ultraderecha, lavando su imagen y rompiendo el histórico cordón sanitario contra los Demócratas de Suecia (SD) de raíces neonazis.

El alemán Manfred Weber, líder del PPE y de su grupo parlamentario europeo, impulsa este giro ultraconservador. Tras imponer a la antiabortista Roberta Metsola como presidenta del Parlamento Europeo, Weber avala abiertamente las alianzas con la extrema derecha para recuperar el poder, en contraste con la oposición a este tipo de pactos de la anterior cancillera alemana, la democristiana Angela Merkel.

El caso de Italia

La principal amenaza política para la UE de este giro pro ultra de los populares europeos lo constituye el caso de Italia. Primero, el PPE, a través de su líder italiano, Silvio Berlusconi (Forza Italia), complotó con los ultraderechistas Matteo Salvini (La Liga) y Meloni para derribar el gobierno de unidad de Draghi y forzar unas elecciones anticipadas. El complot se fraguó en una maratoniana reunión el 19 de julio en la lujosa Villa Grande de Berlusconi en Roma, con Salvini y representantes de otros partidos y en contacto telefónico permanente con Meloni. Allí se pactaron unas exigencias imposibles para seguir apoyando a Draghi y se definieron las bases de una alianza gubernamental de Hermanos de Italia, La Liga y Forza Italia. Weber se desplazó a Roma el 30 de agosto para escenificar su respaldo al pacto ultra de Berlusconi.

Meloni intenta maquillar la imagen de su partido y hacer olvidar sus anteriores elogios al dictador fascista Benito Mussolini para afianzar la victoria electoral que le auguran los sondeos. Hermanos de Italia es el heredero del ala dura del posfascita Movimiento Social Italiano de la Derecha Nacional, que no quiso integrarse en la Alianza Nacional, absorbida después por Forza Italia de Berlusconi. Los últimos sondeos otorgan el 25% de los votos a Meloni, un 12% para La Liga de Salvini y el 8% para Berlusconi. Juntos sumarían un 45%.

Efecto desestabilizador

El gobierno de la tercera potencia económica de la UE encabezado por Meloni, con Salvini y Berlusconi como socios, puede tener un efecto desestabilizador para Europa, dadas las posiciones euroescépticas y ultranacionalistas defendidas por Meloni y Salvini y los escándalos de corrupción que acompañan a Berlusconi desde su primer Gobierno en 1994. El plan para convertir Italia en un régimen presidencialista es otro foco de preocupación, debido al riesgo de deriva autoritaria que facilita este tipo de modelo político.

En Suecia, el líder del partido Moderado, Ulf Kristersson, lleva tiempo lavando la imagen de los Demócratas de Suecia, asegurando que “han cambiado” y que es posible una cooperación con ellos, pese a sus raíces neonazis. Kristersson llegó a alabar en agosto la lucha “contra el aumento de la inmigración” del partido ultraderechista. Los cristianodemócratas (KD) mantienen planteamientos similares para justificar la cooperación con los ultras tras las elecciones y evitar que una coalición encabezada por los socialdemócratas pueda dejar de nuevo a los conservadores en la oposición. Los sondeos otorgan la victoria a los socialdemócratas con el 29% de los votos, pero el 20% de intención de voto al ultra SD, sumado al 18% de los moderados, al 6% de los cristianodemócratas y el 5% de los liberales podría permitir a la derecha volver Gobierno de la mano de los ultras.