Opinión | SALUD MENTAL

Salud mental: ¿hasta cuándo?

No sé si nuestro país está en una guerra en la que necesiten muchas armas. Pero sí sé que, de alguna manera, nos estamos volviendo locos y seguimos sin aumentar el presupuesto para psicólogos en la sanidad pública

La ansiedad y la depresión son los trastornos más comunes entre los adolescentes europeos

La ansiedad y la depresión son los trastornos más comunes entre los adolescentes europeos / Pexels

Al final de las vacaciones, si hemos conseguido relajarnos, desconectar un poco y descargarnos de las miles de tareas y preocupaciones que acarreamos con nosotros todo el tiempo, notamos una cierta ligereza, dormimos mejor, hacemos las digestiones mejor, nos relacionamos mejor y se alejan esas ocasiones en las que nos asalta el miedo y no sabemos por qué.

Desde la pandemia hemos sido más conscientes de nuestro estado de salud mental. Del estado de cada uno de nosotros, pero también de la dimensión de este problema en nuestra sociedad. Hoy en día, cada día, más de 10 personas se quitan la vida. Esas son solo las que lo consiguen, porque es un porcentaje muy bajo las que lo logran. Lo que quiere decir que hay una enorme y alarmante cifra detrás de personas que lo intentan. Según el INE, en 2020 se suicidaron en nuestro país 3.941 personas. Muchas de ellas adolescentes. Es la parte más trágica y cruel de la salud mental, la que nos dice que estamos fracasando como sociedad a la hora de cuidarnos, a la hora de tener vidas más vivibles.

El suicidio es lo más alarmante, pero no debiéramos perder de vista el consumo de psicofármacos y lo que significa. En diciembre de 2020 el Ministerio de Sanidad publicó el informe “Salud mental en datos: prevalencia de los problemas de salud y consumo de psicofármacos y fármacos relacionados a partir de registros clínicos de atención primaria”. Los datos son escalofriantes.

En el caso de los adultos el informe analiza la prevalencia de los trastornos relacionados con la ansiedad, depresión, trastornos del sueño, de personalidad, de adaptación, fobias, anorexia, bulimia, trastornos obsesivos-compulsivos, somatización, psicosis. Y también los específicos en niños, niñas y adolescentes, como los trastornos de aprendizaje, de conducta alimentaria, de comportamiento, eneuresis o hipercinéticos. En el caso de los niños es más frecuente entre los chicos. En cambio, en el caso de la población adulta hay un predominio de estos trastornos en las mujeres (30% de la población) más que en los hombres (24%). En los mayores de 40 años, se han recetado psicofármacos (hipnóticos, sedantes, ansiolíticos y, sobre todo, antidepresivos) a una de cada tres mujeres y uno de cada seis hombres y el consumo aumenta con la edad.

Una de cada tres mujeres y uno de cada cuatro hombres en nuestro país sufre un problema de salud mental que, además, va por barrios. Se consumen más psicofármacos en los municipios más pequeños. Para las rentas más bajas la esquizofrenia es 12 veces más frecuente que en las rentas altas, los trastornos de personalidad son 11 veces más frecuentes. Las personas de rentas bajas, los migrantes y los desempleados están mucho más expuestos y, en un sistema público de salud que no ofrece la ayuda necesaria a toda la población, solo quien puede pagarse los 70€ a la semana, durante meses o años, que cuesta un psicólogo, tiene opciones de salir adelante. En ausencia de acompañamiento y tratamiento psicológico, la familia de los psicofármacos son los medicamentos más consumidos en nuestro país.

Todo esto ya era así antes de la pandemia (los datos son de 2017), pero el confinamiento, el miedo, la incertidumbre y las pérdidas de seres queridos han agravado esta situación. No tenemos datos actualizados a 2022 de cómo estamos ahora. Sería bueno tener un estudio detallado. Pero mejor sería tener los medios para hacerle frente.

Es una buena noticia que el problema de la salud mental haya irrumpido en el discurso político, pero si estos discursos no se convierten en medidas y presupuestos, el problema no remite por más que lo nombremos. En los últimos meses, hemos incrementado en cifras millonarias los presupuestos de ayudas al consumo de gasolina, en los problemas energéticos y presupuestos millonarios para gastar en armamentos más sofisticados. Teníamos un presupuesto de 10.500 millones para defensa y el mes pasado se aprobó un incremento de 1.000 millones. Para salud mental se ha aprobado un presupuesto de 5 millones.

No sé si nuestro país está en una guerra en la que necesiten muchas armas. Pero sí sé que, de alguna manera, nos estamos volviendo locos y seguimos sin aumentar el presupuesto para psicólogos en la sanidad pública (eso sí que nos hace falta), seguimos sin tener planes de prevención del suicidio en los institutos, seguimos sin poder acompañar a millones de personas que sufren de problemas de salud mental aquí y ahora y, a cambio, los médicos de familia se ven obligados a extenderles recetas de pastillas, una y otra vez, hasta que el sistema cuente con los recursos para poder atenderles y ayudarles a salir del pozo. ¿Hasta cuándo? 

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