Opinión | ANÁLISIS

Europa: crisis de la inteligencia

España no tiene ninguna universidad entre las 100 mejores del mundo, lo que merma nuestro prestigio intelectual y tecnológico. Hay quien dice que la causa de nuestro atraso es que el ARWU hace demasiado hincapié en la investigación, cuando de eso se trata precisamente: de la que universidad investigue.

España no tiene ninguna universidad entre las 100 mejores del mundo. EPC

España no tiene ninguna universidad entre las 100 mejores del mundo. EPC

Cuando la telefonía móvil dio sus primeros pasos a finales del siglo pasado, en tiempos en que el gigante Microsoft todavía no se había percatado de que Internet sería la parte del león de la informática, la digitalización estaba en mantillas y el acceso a Internet a través de la telefonía móvil era una utopía muy remota, una empresa finlandesa, europea, Nokia, tomó claramente la delantera y se convirtió en la primera del mundo de aquellas revolucionarias TICS (Tecnologías de la Información y la Comunicación) que anunciaban prodigiosos cambios. Ocupó aquella posición privilegiada hasta que el smartphone se fue abriendo paso, y de manera radical se vino abajo en poco tiempo para dar paso a las nuevas tecnologías norteamericanas, coreanas y chinas, que acapararon el mercado. La UE desapareció del mundo visible de las altas tecnologías de comunicación.

Ahora se acaba de publicar el último Academic Ranking of World Universities (ARWU), el conocido ránking de Shanghai que se viene publicando desde 2003, que clasifica a las mil primeras universidades de todo el mundo, y el resultado es desolador para Europa (y para España, obviamente). La noticia dramática es que, al haber abandonado el Reino Unido la UE, el club europeo ha desaparecido del top-10, acaparado por los Estados Unidos —con ocho universidades: Harvard está a la cabeza como siempre, seguida de Stanford— y con dos universidades británicas en los puestos 4 y 7: Cambridge y Oxford.

Otro signo llamativo es el crecimiento de las universidades asiáticas. Entre las 100 primeras clasificadas aparecen este año 14 instituciones de ese continente (la primera en el puesto 24), frente a las 12 de hace un año: una pujanza encabezada por China (que suma nueve campus, dos más que en 2021; en 2010 no tenía ninguno) y a la que también contribuye Corea (con la entrada de la Universidad Nacional de Seúl en el puesto 98). Singapur mantiene dos universidades entre las 100 mejores, las mismas que Japón, que pierde una. China, que asciende año tras año, se fijó en 2015 el objetivo de convertirse en un “país poderoso” en educación en 2035, y puso en marcha el programa Double First Class (DFC) cuya primera fase acabó en 2020 y ha sido renovado con más recursos y medios; ya están en el programa 150 universidades.

España, por su parte, se mantiene más o menos igual en su mediocridad, con una mínima tendencia a la baja: la más encumbrada, la Universidad de Barcelona, está en el tramo entre los puestos 150 y el 200, y otras 11 universidades españolas figuran entre las 500 mejores (una menos que el año pasado y dos menos que en 2020). Al mismo tiempo, 40 campus españoles aparecen entre las 1.000 primeras universidades del mundo, uno más que en 2021. Además, se mantiene el pobre resultado de que solo una universidad privada española, la de Navarra, está dentro de este ranking.

España no tiene, en fin, ninguna universidad entre las 100 mejores del mundo, lo que merma nuestro prestigio intelectual y tecnológico. Hay quien dice que la causa de nuestro atraso es que el ARWU hace demasiado hincapié en la investigación, cuando de eso se trata precisamente: de la que universidad investigue. Nuestros expertos recomiendan como solución las fusiones entre universidades, como se ha hecho en Francia y Alemania. El caso de Paris-Saclay es un ejemplo válido: concebida como comunidad de universidades y con fuerte apoyo público, consigue avances notorios. En España, la dispersión actual, debida en parte a las ambiciones particularistas de las comunidades autónomas, es absurda: se puede estudiar Derecho en 62 centros y Medicina en 46 (34 de ellos públicos).

Cuando se habla de Universidades, no solo se hace referencia a la transmisión de conocimiento sino también, y sobre todo, a la investigación, que es indispensable para el progreso tecnológico. Pero en España, tras las promesas incumplidas durante décadas, la I+D+i sigue siendo insuficiente. Según la Conferencia de Rectores (CRUE), los países que tienen un plantel relevante de universidades en el top 200 invierten en investigación entre dos y cuatro veces lo que se aplica en España.

En definitiva, estamos más o menos en las antípodas de lo recomendable: hay una dispersión insoportable que influye sobre la calidad docente (es imposible que un país tenga, pongamos por caso, docenas de buenos catedráticos de oncología o de derecho civil; además, la financiación es insuficiente, lo que impide la plena dedicación de plantillas estables de investigadores; la colaboración público privada es escasa y esta cuestión, de la que depende la capacidad de liderazgo del país en las actividades de mayor valor añadido, no ha sido una clara preferencia de todos los gobiernos desde la fundación del sistema.

De cualquier modo, la salida del Reino Unido de la UE deja a la Unión en una posición insostenible, cuando las fusiones que se recomiendan deberían ser iniciativas comunitarias. La federalización ha de servir para sumar esfuerzos y de racionalizar la diversidad.