Opinión | ECONOMÍA

Qué hay de inflación, qué de especulación

Una se pregunta qué hay de broma cruel para hacernos sentir cada día un poco más incapaces y deudores de nuestros amos

Un puesto de naranjas en un mercadillo de Madrid.

Un puesto de naranjas en un mercadillo de Madrid.

La inflación está por las nubes, un 10,8% en julio, y una se pregunta qué hay de inflación y qué de especulación y qué de broma cruel para hacernos sentir cada día un poco más incapaces y deudores de nuestros amos, esos que lanzan amenazas que nos atemorizan porque sabemos que se van a cumplir y con ellas y a pesar de ellas tendremos que vivir nuestro día a día. Recuerdo que nada más empezar la guerra de Ucrania comenzamos a escuchar que ese país era la despensa de Europa y que Europa iba a sufrir mucho económicamente con esa guerra incomprensible, que a día de hoy resulta todavía más incomprensible, ya que a lo incomprensible de cualquier guerra en esta se advierten elementos de delirio entre gobernantes que no han entendido nada que no sea un nuevo orden mundial que será caótico, insolidario, mucho más desigual y atrozmente injusto. Pero qué más da si eso es lo que entre todos andamos construyendo sin caer en la cuenta de que si tú no eres feliz yo acabaré siendo infeliz y que si tú eres pobre yo terminaré empobreciéndome en mi lujosa mansión llena de alarmas y seguridad para esconderme de los pobres como tú.

Es enojoso escuchar siempre las mismas plegarias y lo es advertir eso de que nuestro esfuerzo tendrá una dulce recompensa que se traducirá en un puesto con un sueldo fijo a final de mes en una verdad amarga e irónica con la que difícilmente se llega al final de ese mismo mes. Dijeron que la guerra de Ucrania nos haría daño económicamente y así es y nada más pronunciarse esas palabras mágicas los precios de todos los productos comenzaron a subir en una espiral que parecía tener más de especulación que de inflación, porque las botellas de aceite de girasol, cuyo precio se ponía por las nubes, procedían de la añada anterior y estaban guardadas en almacenes y todavía no había efectos perniciosos sobre la gasolina o la electricidad, pero eso poco importó y todo iba escalando hacia máximos históricos, con el fin de que sintiéramos miedo de nuestra necesidad de alimentarnos o de calentarnos.

Hay guerras que lo son por imperativo legal de aquellos que manejan todos los hilos y a los que no vemos y de los que ni siquiera conocemos sus nombres, porque a los poderosos de verdad no se les ve: son fantasmas sin despachos y con largos tentáculos a través de los cuales disponen de todos los contactos a los que compran y venden según se mueva la inflación, que es una de las muchas formas de blanquear a la especulación.