Opinión | GUERRA

Temor en las fronteras con Rusia

La guerra de desgaste en Ucrania aumenta el miedo a que un incidente fuera de control provoque una escalada de alcance imprevisible

El presidente ruso, Vladimir Putin, se despide de su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan tras un encuentro entre ambos en Sochi, Rusia, hace unos días.

El presidente ruso, Vladimir Putin, se despide de su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan tras un encuentro entre ambos en Sochi, Rusia, hace unos días. / EFE/EPA/VYACHESLAV PROKOFYEV / SPUTNIK / KREMLIN POOL

La invasión rusa de Ucrania ha hecho saltar por los aires el statu quo en Europa. El ingreso de Finlandia en la OTAN ha multiplicado la incertidumbre en la larga frontera que se extiende desde Laponia hasta la divisoria entre Rusia y Polonia. El paso dado por Moscú el 24 de febrero ha llevado al Gobierno finés, a las tres repúblicas bálticas y a Polonia a revisar su vulnerabilidad frente a los planes expansivos que se atribuyen a Vladímir Putin. Los antecedentes históricos, el propósito del presidente de Rusia de recuperar la influencia de la antigua Unión Soviética y una tradición imperial, sin accidentes naturales que le pongan coto, justifican los temores de los estados limítrofes, cuya pertenencia a la OTAN es una garantía de seguridad, pero también un mayor riesgo ante las consecuencias de la tensa relación entre Occidente y el Kremlin. Mientras que el nacionalismo ruso ha resucitado la vieja doctrina de que los límites de Rusia los determinan la existencia de grandes comunidades rusófonas –las de Estonia y Letonia lo son– e innegociables índices de seguridad, el derecho internacional establece la inviolabilidad de los estados como una condición derivada de su reconocimiento por Naciones Unidas. Un requisito reforzado en Europa por el Acta de Helsinki (1975) y por la participación activa, entre otros actores, de Rusia y Ucrania, para dar carta de naturaleza a los estados nacidos del desmantelamiento de la URSS.

Tal cobertura legal es, sin embargo, papel mojado si la impugna una gran potencia nuclear como Rusia, que dice sentirse amenazada por un vecindario adscrito a la OTAN. Si en el pasado, tanto la monarquía zarista como el régimen comunista buscaron establecer una zona de confort entre sus fronteras y la Europa Occidental, en el presente Moscú recela de la cercanía de los aliados, la presencia de contingentes militares y la nueva doctrina de defensa de Finlandia para asegurar su frontera con Rusia. El resto de argumentos esgrimidos por Putin son de exclusivo uso interno, para mantener bajo control a una opinión pública sin acceso a información independiente sobre las razones para invadir Ucrania.

Crece en las cancillerías europeas la idea de un desenlace provisional con concesiones territoriales al Kremlin"

En ese damero lleno de peligros, el mayor es que un incidente fuera de control, provocado o no, dé pie a una escalada de alcance imprevisible. Si eso es posible ahora, sin que un solo efectivo de la OTAN se haya implicado directamente en la guerra, lo sería mucho más si Putin interpretara que Occidente ha cruzado tal línea roja. De ahí que, sin grandes manifestaciones públicas, crezca en algunas cancillerías europeas el doble propósito de mantener la prudencia y lograr algún desenlace provisional y acordado de la guerra, aunque sea a costa de concesiones territoriales a Rusia en el Donbás. De ahí también que en Alemania se haya abierto un debate sobre hasta qué punto el Gobierno debe ser más proactivo en la asistencia a Ucrania. De ahí, en fin, que la sensación de inseguridad aumente en el flanco este de la OTAN, según se prolonga la crisis y Estados Unidos insiste en alimentar una guerra de desgaste para debilitar a Rusia.