Opinión | TECNOLOGÍA

El robot, el niño y la buena educación

Necesitamos una educación básica para la interacción con robots, autónomas, drones y otras máquinas que cada vez tendrán más presencia en el espacio público y privado, en todos los ámbitos

Un niño consulta una 'tablet'

Un niño consulta una 'tablet' / EFE

La anécdota tecnológica de la semana, posiblemente del verano, ha llegado desde Rusia protagonizada por el robot que le ha roto un dedo al niño de siete años contra el que jugaba una partida de ajedrez. El incidente ha dado lugar a crónicas sorprendentes; incluso se podría decir que algo cómicas, toda vez que la “víctima” del temperamental y confundido autónoma se encuentra bien y no ha habido mayores daños. Según la versión principal, el niño respondía demasiado rápido a las acciones de la máquina, sin respetar los tiempos entre jugada y jugada, lo que rompió los esquemas del robot que terminó por contraatacar de forma imprevista. Vamos, que el chiquillo le sacó de sus casillas, nunca mejor dicho.

Por supuesto, algunos no han desaprovechado la ocasión para recordarnos lo peligrosas que son las máquinas, la tecnología y el optimismo en general. Lo cierto es que la organización del evento donde se produjo el accidente ha explicado, sin reparos ni remilgos, que la culpa es del niño y su mala praxis, ya que no siguió las indicaciones para interactuar con el robot. Es decir, que el niño o no estaba bien preparado para enfrentarse a la máquina o no respetó las reglas del juego. Esto invita a una reflexión interesante sobre la necesidad de aprender a convivir con la automatización y el desarrollo tecnológico. Necesitamos una educación básica para la interacción con robots, autónomas, drones y otras máquinas que cada vez tendrán más presencia en el espacio público y privado, en todos los ámbitos.

Igual que disponemos de un código de la circulación o de un reglamento para la prevención de abordajes en el mar, habrá que establecer las normas para evitar accidentes con máquinas cada vez más sofisticadas que asumirán cada vez más tareas humanas (de asistencia, limpieza y gestión de residuos, recogida de datos, prevención, etc.) y que formarán cada vez más parte del paisaje urbano, laboral, de servicios y doméstico. A diferencia de otras tecnologías con las que hemos interactuado durante años o siglos, la peculiaridad de los nuevos y futuros robots, androides y autómatas es que funcionarán con mucha más independencia que un coche, un electrodoméstico o un aparato teledirigido. Dispondrán de sistemas de inteligencia artificial que les permitirán cada vez mayor autonomía a partir de una programación original, incluso la capacidad de aprender y de tomar decisiones sin necesidad de que un humano ajuste o reajuste sus funciones.

Una educación básica para la convivencia con los robots debe desarrollarse desde el doble entendimiento de dos aspectos básicos: uno, el de la propia tecnología, su configuración y funcionamiento; y dos, el de su función -social o privada- y la propia responsabilidad colectiva o moral con respecto a la misma. De esta manera, es imaginable y deseable que las próximas generaciones adquieran un conocimiento básico de carácter científico y tecnológico mucho mayor que el que maneja el ciudadano medio en la actualidad. Por otra parte, es imprescindible seguir profundizando en la reflexión ética y política colectiva sobre qué mundo queremos y sobre qué principios fundamentales debe sostenerse la vida y la convivencia, entre los seres humanos y con las máquinas. Ojalá esa reflexión, que ya dura milenios y es lo único importante para la humanidad y su futuro, se acelerara al mismo ritmo que el desarrollo tecnológico.