Opinión | EE UU

Moderados y radicales

El célebre “teorema del votante medio” afirma que en un sistema de partidos políticos, el que se aleje de la mediana será castigado en las urnas

El presidente de EEUU, Joe Biden.

El presidente de EEUU, Joe Biden. / Lenin Nolly/ZUMA Press Wire/dpa/EUROPA PRESS

Se están publicando ya algunos análisis sobre las elecciones de medio mandato que han de celebrarse este año en EEUU y en las que Biden no parece tener asegurado un buen resultado, a pesar del golpismo cada vez más notorio de Trump. Y uno de esos ensayos, del profesor del MIT Daron Acemoglu, lamenta que en su país se haya pasado de la racionalidad a la polarización sistémica, con el consiguiente deterioro de la democracia y los riesgos imaginables a causa de tal perturbación.

Menciona Acemoglu el célebre teorema del votante medio, un clásico axioma del régimen USA que fue enunciado por el economista Duncan Black y sistematizado por el politólogo Anthony Downs en una célebre obra de 1957. En síntesis, tal teoría afirma que en un sistema de partidos políticos, el que se aleje de la mediana —del centro— será castigado en las urnas. Siempre en el terreno de la pura teoría, en un país abstracto con un régimen bipartidista, la mayoría se encontraría precisamente en la mediana (punto que separa al mismo número de personas a un lado y a otro).

Esta ley empírica tuvo gran predicamento en las universidades americanas y europeas —Duverger se basó en ella para enunciar su famosa regla: el sistema electoral mayoritario engendra modelos bipartidistas en tanto el proporcional produce modelos pluripartidistas- por su elegancia teórica y porque pareció explicar el funcionamiento del modelo electoral norteamericano durante bastante tiempo. Republicanos y demócratas acabaron aproximándose tanto en torno al centro que se afianzó un “consenso liberal” moderado, que para algunos mutilaba la democracia al privarla de conciencia crítica y eliminar el debate de la vida parlamentaria. Otros consideraron aquel consenso una característica benéfica del sistema, no un error.

Algo parecido sucedió en España después de la Constitución de 1978, aprobada con un extraordinario consenso. En nuestro bipartidismo imperfecto, las derechas y las izquierdas, mantuvieron durante décadas una extraordinaria proximidad en el centro que hizo suavísimas las alternancias.

El centrismo se ha diluido, viejo bipartidismo se ha radicalizado, y en Europa se ha fragmentado"

Pero los politólogos USA han observado desde hace tiempo que el elector toma sus decisiones basándose sobre todo en argumentos subjetivos. Además de la lealtad al partido, cuya importancia crece, el ciudadano se guía por la admiración que le suscita el candidato, por cuál de ellos parece más apto para resolver una emergencia nacional, incluso por el que sería mejor compañero de copas. Por ello, el centrismo se ha diluido, viejo bipartidismo se ha radicalizado, y en Europa se ha fragmentado. Aunque algunos síntomas sugieren que en España, gracias en parte a los efectos inflexibles de la Ley d’Hondt, estamos volviendo lentamente a él. Para algunos, sería una buena noticia.