Opinión | ESTADO DE LA NACIÓN

Medidas sorpresa con trasfondo electoral

Sánchez aprovechó el debate para enunciar propuestas cuya efectividad ante la inflación es una incógnita, pero que le ayudan a reconectar con los suyos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la primera jornada del debate sobre el estado de la nación, en el Congreso de los Diputados.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la primera jornada del debate sobre el estado de la nación, en el Congreso de los Diputados. / Europa Press/Eduardo Parra

El debate sobre el estado de la nación dejó más sorpresas de las esperadas. No en el intercambio de opiniones –y algunas descalificaciones– entre el presidente del Gobierno y los portavoces de los distintos grupos parlamentarios, especialmente la del PP, Cuca Gamarra, que más bien pareció, como ya suele ser habitual, un diálogo de sordos, aunque esta vez con formas corteses. Sorprendió en el anuncio de las nuevas medidas que desgranó Pedro Sánchez. Desde Moncloa ya se había ido anticipando que el presidente plantearía propuestas para hacer frente a las altas tasas de inflación que, pese a decisiones adoptadas con respaldo europeo, como el tope al precio del gas, no deja de subir mes a mes. Tras el fiasco de las izquierdas en Andalucía y a la vista de las encuestas que dan sobradamente ganador al PP de Núñez Feijóo en unas hipotéticas generales, es comprensible que Sánchez intente recuperar aliento para tratar de vencer a los sondeos y, de paso, imponerse a las candidaturas populares en los próximos comicios locales, autonómicos y generales de 2023.

Se esperaba, por tanto, que el presidente profundizara en su intento de recuperar el discurso de izquierdas con el que quiere reconectar con el desmovilizado electorado socialista y cohesionar la siempre conflictiva coalición de gobierno con Unidas Podemos. Pero a Sánchez le conviene ser cauto en su empeño y evitar en la medida de lo posible caer en el populismo, una tendencia que se podría decir que tizna algunas de las propuestas –otras son, sin duda, acertadas– que anunció en el debate y que fueron acogidas con entusiasmo por los portavoces de la izquierda. Y por un hasta ahora alicaído PSOE.

No sorprendió que el presidente planteara el impuesto a las empresas eléctricas por lo que algunos llaman beneficios caídos del cielo, que ya se había venido sugiriendo y que ya han establecido otros países europeos como el Reino Unido o Italia. Pero nadie había intuido que entre esas nuevas propuestas se incluirían algunas, como el impuesto "temporal y extraordinario" a los bancos por los beneficios que obtendrán gracias a la subida de los tipos de interés, o la bonificación del 100% de los abonos de cercanías y trenes de media distancia de Renfe. La bonificación ferroviaria, al igual que el descuento de 20 céntimos en cada litro de combustible a todos los ciudadanos, son ayudas generales que no tienen en cuenta el nivel de renta. No son progresivas. El impuesto a los bancos, cuyo anuncio provocó su inmediata caída en bolsa, deriva, seguramente, de la necesidad de hacer concesiones a sus socios. Cabe recordar que hace una década muchas entidades financieras fueron rescatadas con dinero público para garantizar su solvencia y ahora que han recuperado viabilidad, el Estado les reclamará una recarga fiscal.

Mientras los portavoces de la izquierda jalearon las nuevas propuestas, estas no merecieron comentario alguno de la portavoz del PP, que calificó de "parche" las medidas, sin evaluarlas, y centró sus críticas en Sánchez, a quien atribuyó toda la responsabilidad de la inflación y la crisis. El análisis de la situación que hacen el Gobierno y el principal partido de la oposición es tan irreconciliable que elimina toda esperanza de superar el actual bibloquismo y alcanzar acuerdos de Estado. Ni siquiera sobre la renovación de los órganos judiciales, como se pudo apreciar en el mismo debate