Opinión | EDITORIAL

La séptima ola y el contexto sanitario

En un verano radicalmente distinto a los anteriores, el pico de contagios nos obliga a extremar la prudencia para evitar el colapso de centros y hospitales

Archivo - Un sanitario junto a un paciente ingresado en la UCI

Archivo - Un sanitario junto a un paciente ingresado en la UCI / Eduardo Parra - Europa Press - Archivo

La aparición de la mutación BA.5 del coronavirus, una subvariante de la ómicron, ha provocado lo que ya podemos definir como una séptima ola de infecciones, con aumento significativo de casi todos los parámetros que permiten valorar la incidencia de la enfermedad. La BA.5 es ya reconocida como mayoritaria en varias comunidades y su alta capacidad de infección ha provocado un incremento notable de consultas en atención primaria y de hospitalizaciones: se ha pasado a más de 10.200 ingresos notificados.

Aunque la monitorización de la enfermedad dejó de llevarse a cabo de manera genérica en cuanto se impuso la política de la llamada gripalización del virus, los datos nos hablan de que la ocupación hospitalaria se ha incrementado un 8,3 por ciento en el arranque de las vacaciones y que Madrid, Cataluña y Euskadi son las autonomías más afectadas. La incidencia acumulada en la última quincena roza los mil casos por 100.000 habitantes (hace un mes era 617) y el covid causa una media de 40 muertes diarias en España.

Es evidente, pues, que el coronavirus sigue entre nosotros y que conviene no olvidar que sigue siendo una amenaza para la salud pública. Al mismo tiempo es necesario contextualizar los datos actuales, alejados cuantitativamente y, especialmente, en gravedad de sus síntomas de los picos de la sexta ola (enero y febrero de este año). La innegable incidencia de la vacunación masiva, el retroceso de la capacidad de mortalidad del virus y la aparición de variantes más contagiosas pero menos agresivas tienen que ayudar a tranquilizar a una población que, poco a poco, ha ido habituándose a la nueva normalidad, sin más restricciones que las relativas a los transportes o a los centros sanitarios. Los casos más graves, además, se refieren ahora principalmente a personas de edad avanzada con alguna enfermedad de base.

Los expertos insisten en que el covid acabará siendo una enfermedad respiratoria más, con sus altibajos, pero al mismo tiempo recalcan las recomendaciones sobre el uso de la mascarilla de la población más vulnerable en espacios cerrados y la aplicación del sentido común en las interacciones sociales ahora normalizadas. Los tapabocas, sean o no obligatorios, han de convivir con nosotros porque son un seguro para todos. Aún más las vacunas.

Pese a que las cifras merecen atención y medidas preventivas, estamos lejos de la gravedad de la sexta ola"

En todo caso se prevé que el pico de esta ola llegue a mediados de julio. Una circunstancia controlable, pero agravada por dos factores: las propias bajas entre trabajadores sanitarios en todas las comunidades y las vacaciones en un colectivo que en estos más de dos años ha llegado al límite. En este contexto, el Gobierno anuncia que se tomarán medidas para hacer fijos a 67.000 sanitarios y se sopesa si adelantar y cómo la cuarta dosis de vacunaciones a los mayores de 80 años. Toda medida de prevención es poca para evitar el colapso de un sistema sanitario que necesita una tregua.