Opinión | LA VENTANA LATINOAMERICANA

Colombia y el cambio

La complicada situación económica y la escasez de recursos para financiar las políticas públicas se erigen en un gran obstáculo capaz de frenar las intenciones reformistas de la próxima Administración de Gustavo Petro

El presidente electo de Colombia, Gustavo Petro, junto a su vicepresidenta, Francia Márquez.

El presidente electo de Colombia, Gustavo Petro, junto a su vicepresidenta, Francia Márquez. / DPA/Chepa Beltran

El deseo del cambio de la sociedad colombiana se impuso al fuerte sentimiento anti-petrista. Pese al fulgurante ascenso de las semanas previas a la primera vuelta, el “mago” Rodolfo Hernández se quedó sin trucos en la chistera de cara al balotaje. Si bien el factor sorpresa es vital para el ascenso y triunfo de los outsiders, esta vez la prolongada exposición mediática lo dejó sin argumentos.

Y si bien las redes sociales y el TikTok son esenciales en la nueva política, solos son insuficientes para ganar una elección. Hace falta alguna idea. Para colmo, el rechazo de Hernández a debatir con Gustavo Petro, donde seguramente hubiera sido destrozado dialécticamente, terminó de decantar las cosas en favor de este último.

Una de las grandes paradojas de la democracia actual es que, pese a la polarización existente, una parte fundamental del electorado está en el centro. Un centro que en buena medida rechazó el populismo de matriz trumpista y bolsonarista dada la falta de enjundia del “ingeniero”. De ahí que muchos optaran por el mal menor y le dieran el triunfo al populista de izquierda.

Más allá de las incontables adversidades que Petro atravesó para ser presidente, ahora comienza lo más difícil de toda su carrera. Prometer en campaña es relativamente sencillo, más complicado es convertir las promesas en realidades. Es decir, concretar el cambio al que se comprometió el ya presidente electo, sin el cual no sería descartable el retorno de la frustración y de la movilización social.

Cumplir las promesas políticas no es sencillo. Hacen falta diversos de requisitos. Algunos ya están al alcance del nuevo gobierno, pero otros no. Entre los primeros, equipos políticos y de gestión bien preparados y experimentados, que conozcan el aparato del estado y los vericuetos de la política. 

Por eso es importante para el petrismo el desembarco de destacados dirigentes de la “política tradicional” e incluso de los tan vilipendiados, en tanto neoliberales, partidos del establishment. Desde esta perspectiva es importante el apoyo prometido por César Gaviria y el Partido Liberal para otorgar apoyo parlamentario al gobierno, a cambio de puestos en el gabinete.

También se ve el compromiso de políticos de centro, como Alejandro Gaviria, inicialmente próximos a Sergio Fajardo o a la coalición Centro Esperanza, que han visto en Petro la mejor opción. En esta senda también está un nutrido grupo de intelectuales y académicos, entre ellos al exministro de Hacienda y catedrático de Columbia, José Antonio Ocampo.

Estos apoyos garantizan mayor gobernabilidad desde una doble perspectiva. Por un lado, aportan cuadros y experiencia a la gestión cotidiana del gobierno. Por el otro, al dotar a Petro de la mayoría parlamentaria en el Senado y en la Cámara de Representantes, el Gobierno podrá aprobar sus iniciativas legislativas.

Pero, la complicada situación económica y la escasez de recursos para financiar las políticas públicas se erigen en un gran obstáculo capaz de frenar las intenciones reformistas de la próxima Administración. El problema es generar dichos recursos. Una vía, nada sencilla, es impulsar una nueva reforma fiscal, aunque el precedente fallido de Iván Duque no genera muchas expectativas. Petro prometió gravar a los 4.000 colombianos más ricos, pero, a la vista de otros experimentos similares, no parece una idea especialmente exitosa.

Petro ha tenido una clara postura ecologista, es partidario de la economía verde y se mostró dispuesto a restringir la explotación de hidrocarburos y otros minerales. Sin embargo, una consecuencia de la invasión de Ucrania ha sido el alza del precio de los combustibles. En el último año, el petróleo brent, de referencia para Colombia, subió un 50%. Cerrar las puertas a una fuente tan importante de recursos puede ser dramático, pero si no se hace se incumpliría con una promesa electoral clave.

De momento, las garantías dadas por Petro en los últimos meses están cumpliendo los fines propuestos de no generar tensiones innecesarias. Incluso las respuestas dadas tanto por la coalición ganadora como por el gobierno, los partidos y los políticos tradicionales y parte del establecimiento van en la misma dirección. Pero, el cambio no es sencillo. No lo es porque el precedente de Venezuela y los casi dos millones de expulsados del por la crisis económica. Ellos son el testimonio cotidiano y demoledor del fracaso político del chavismo y del socialismo del siglo XXI. 

Y si bien en la segunda vuelta Petro fue apoyado por poco más del 50% de los votos, prácticamente la otra mitad del electorado lo rechaza o no lo apoya. Por eso el presidente electo prometió gobernar para todos y no solo para sus votantes. Pero, el Pacto Histórico y sus recientes apoyos son un conglomerado plagado de contradicciones, repleto de egos que buscan satisfacción y de políticos ambiciosos que creen que es su momento. Petro deberá lidiar con ello. Para conducir la nave a buen puerto tendrá que medir sus respuestas, intentando acelerar hasta dónde sea posible, pero sin excederse. Tiene un importante capital político, pero éste es no es ilimitado ni infinito.