Opinión | AGENDA 2030

El camino hacia un progreso sostenible

Es necesario y urgente un nuevo contrato social global capaz de movilizar la financiación necesaria para un desarrollo global sostenible

Asamblea general de las Naciones Unidas, en una sesión sobre migraciones celebrada en mayo.

Asamblea general de las Naciones Unidas, en una sesión sobre migraciones celebrada en mayo. / UN Photo/Loey Felipe

Este año se cumplen 50 años desde que Naciones Unidas celebrara en Estocolmo en 1972 la primera Cumbre sobre el medio ambiente humano. Allí se iniciaba un largo y no siempre sencillo camino colectivo hacia la construcción de un mundo que mida el progreso no solo en términos de PIB, sino bajo la garantía de un bienestar que tenga en cuenta las dimisiones económicas, sociales y ambientales y ponga el foco y la acción en las personas más susceptibles de quedarse atrás.

En este largo camino hacia la sostenibilidad, si la cumbre de Estocolmo marcó la salida y la de Rio 20 años más tarde supuso un fuerte acicate y avance en esta mirada verde y sostenible, la aprobación de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) en el año 2015 supuso la generación de un gran pacto mundial. Fueron aprobados por 193 países desde la convicción profunda de que es urgente cambiar el rumbo que hemos adoptado si queremos garantizar un futuro de progreso sostenible a nuestros hijos e hijas.

Precisamente si algo es la Agenda 2030 en mi opinión es un gran pacto; un pacto global en primer lugar, conscientes de que no hay garantía de bienestar para nadie si no lo hay para todos. Un pacto generacional, en segundo lugar, desde la asunción de una responsabilidad compartida entre quienes tenemos la obligación de tomar las decisiones que nos marca la ciencia y quienes pagarán las consecuencias si no estamos a la altura. Es demás un pacto plural, la única hoja de ruta global que ha sido construida bajo un consenso prácticamente unánime, un hecho especialmente relevante en un mundo polarizado dónde cada vez es más difícil llegar a acuerdos, y que invoca al acción concertada de actores diferentes. Desde el sector privado a la academia, desde los organismos internacionales a los gobiernos locales, la sociedad civil o la ciencia, y los gobiernos de diferentes ideologías estamos llamados todos a encontrar los puentes, los lenguajes y las dinámicas necesarias para trabajar juntos en esta misión.

La Agenda 2030 es la única que puede garantizar un progreso económico, social y tecnológico compatible con el debido respeto y conservación del planeta y la naturaleza basándose en el bienestar de todas las personas, especialmente las más vulnerables, garantizando la paz como único contexto posible para la estabilidad mundial (como vemos con nitidez una vez más estos últimos meses) y proyectando las alianzas y los partenariados como la mejor fórmula para avanzar. Cinco P necesarias que la pandemia y la invasión de Ucrania han puesto mucho más difícil.

El informe de SDSN, la red de soluciones para el desarrollo sostenible que se presenta hoy en Madrid, refleja los efectos negativos de las crisis sanitarias, climática, y militar en el progreso sostenible en términos generales, así como los riesgos potenciales de una reorientación de los fondos hacia el gasto militar, y las previsibles consecuencias del alza de los precios en los pases de menor renta.

Ante esta nueva encrucijada, es necesario y urgente un nuevo contrato social global capaz de movilizar la financiación necesaria para un desarrollo global sostenible, que incluya en su perímetro a todos los sectores sociales, que tenga en cuenta las desigualdades persistentes, y teja una potente red de cobertura para incluir a quienes más riesgo tienen de quedarse atrás. Un contrato social que abone el camino hacia un progreso sostenible que nuestro país también está recorriendo mejorando posiciones (del 20 al 16) según este informe, pero que requiere de una mayor ambición y consenso para alcanzar lo que ya se ha convertido en nuestra misión generacional.