Opinión | CALEIDOSCOPIO

¿Qué hacemos con el rey?

Nadie está haciendo más por acabar con la monarquía que el emérito y eso lo saben los propios monárquicos

Juan Carlos I, a bordo del Bribón, junto a su amigo Pedro Campos.

Juan Carlos I, a bordo del Bribón, junto a su amigo Pedro Campos. / Europa Press

Dicen de los expresidentes de Gobierno que son como los jarrones chinos: nadie sabe qué hacer con ellos ni dónde ponerlos para que no estorben. Si eso sucede con los expresidentes, qué no pensar de un rey abdicante que convive en el tiempo con otro en el ejercicio de su función y que encima arrastra problemas con la justicia, hayan preescrito o no o sean o no perseguibles por los tribunales en virtud de la inviolabilidad real.

Contra los republicanos la monarquía se puede defender, pero contra un monarca fuera de control no

La papeleta, más que a sus súbditos, le ha caído a su heredero, el actual rey de España, que se encuentra en la disyuntiva de reprobar a su propio padre (ya lo ha hecho en cierto modo al renunciar a su herencia, que considera de dudoso origen; si no, ¿por qué ha renunciado a ella?) o ver cómo aquél erosiona una institución que cada vez más gente cuestiona, en gran parte por el comportamiento privado y público del rey emérito. Nadie está haciendo más por acabar con la monarquía que él y eso lo saben los propios monárquicos, que desearían que fueran los republicanos solo los que atacaran a la institución. Contra los republicanos la monarquía se puede defender, pero contra un monarca fuera de control no. El fuego amigo, ya se sabe, causa más bajas que el del enemigo porque nadie lo espera.

El regreso del rey Juan Carlos I a España después de dos años huido del país (fue una huida, digan lo que digan sus defensores ahora) ha levantado una polvareda en la opinión pública que al que menos le conviene es a su hijo, el rey Felipe VI, y menos tal y cómo están las cosas. Que con todo lo que está pasando el rey emérito, después de dos años viviendo en Abu Dabi a cuerpo de ídem, vuelva a su país como si tal cosa y lo haga para participar en una regata de vela junto a sus amigotes indica que o bien el rey emérito no ha asumido aún la gravedad de la situación en la que ha colocado a la monarquía española (de la suya propia ya ni se habla) o bien que todo le da lo mismo. Para lo que me queda en el convento… debe de pensar quizá considerando que los españoles le van a seguir riendo las gracias cuando debería saber que esta vez ya no. Que una centena de seguidores lo vitoreen en el puerto de Sanxenxo o a la entrada de la Zarzuela no significa que no haya millones que lo que le están pidiendo es que dé explicaciones de sus actos y les pida perdón como ya hizo cuando lo del elefante y Corinna.

Cómo va a terminar esta historia nadie lo sabe muy bien, pero si el rey Felipe VI quiere seguir reinando en España tiene que plantarle cara a su padre

Cómo va a terminar esta historia nadie lo sabe muy bien, pero si el rey Felipe VI quiere seguir reinando en España tiene que plantarle cara a su padre y a toda esa parte de su familia que continúa creyendo, a juzgar por su comportamiento, que España es su finca particular y que pueden hacer lo que quieran en ella y fuera de ella, que nada les pasará factura. Que los partidos de la derecha les justifiquen no indica más que su servilismo y el rey Felipe VI lo sabe, igual que sabe que su destino está ligado a la transparencia y al respeto al pueblo al que dice servir. A nada de eso contribuye la imagen de un padre defraudador (cuando menos) viajando de un lado a otro en avión privado y paseándose patéticamente entre yates como si lo que le aconsejó huir del país se hubiera olvidado por todos ya.