Opinión | ECONOMÍA
Optimismo presidencial en Davos
El entusiasmo de Sánchez contrasta con las advertencias de Bruselas sobre la deuda excesiva, el paro juvenil y la sostenibilidad de las pensiones
Pedro Sánchez dejó ayer en el Foro de Davos un discurso económico de calado político. El presidente del Gobierno aprovechó la ocasión para presentar ante los empresarios el plan de ayudas públicas por valor de más de 12.000 millones de euros que España pondrá a disposición de las multinacionales tecnológicas y de empresas españolas para la fabricación de microchips y semiconductores, con el objetivo de competir con la industria asiática y principalmente la de Taiwán.
Una apuesta estratégica y de futuro, porque si algo se puso de relieve durante la pandemia es que la concentración en unas pocas manos de estos elementos derivó en una escasez de material imprescindible para la fabricación de coches o electrodomésticos, obligando a paralizar, entre otras, a la industria automovilística. Simultánemente, el Consejo de Ministros, presidido por la vicepresidenta Nadia Calviño, aprobaba el Perte (Proyecto estratégico para la recuperación y transformación económica) sobre los microchips.
Una sincronía que permitió a Sánchez afirmar en la ciudad suiza que España no perderá la carrera por las tecnologías más avanzadas y que pretende ser la vanguardia del progreso industrial. Con los directivos de multinacionales como Intel, Qualcomm, Micron y Cisco mantuvo un primer contacto en busca de inversiones en España en el sector de los microchips.
Lanzó igualmente Sánchez una visión optimista de la economía española, al destacar que España será el país que más crezca este año de las cinco mayores economías de la eurozona. Es cierto, pero también lo es que nuestro país se ha visto obligado a rebajar la previsión de crecimiento más que otros países y que no se alcanzará el PIB precovid probablemente hasta finales de 2023, mucho más tarde que en otras economías.
Sánchez cree que España está conteniendo el daño provocado por la guerra en Ucrania mucho mejor que otras economías de nuestro entorno y fue mucho más optimista que los empresarios españoles presentes en el foro. El entusiasmo de Sánchez contrasta con las advertencias que empiezan a llegar de Bruselas sobre la excesiva deuda española, el elevado desempleo, especialmente el juvenil, pese a los 20 millones de ocupados, y la necesidad de que la reforma de las pensiones sea sostenible.
Y mientras el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, elogiaba la apuesta española por las energías renovables, Sánchez le reprochaba al Ejecutivo comunitario las dificultades para intervenir el mercado eléctrico, igual que se hace con el financiero. Bruselas pide tiempo para reformar un mercado que requiere una intervención urgente a la vista de los precios disparados de la luz y el gas. Pero, además, se necesita "voluntad política". Si la Unión Europea quiere reducir su dependencia del gas ruso, parece obligado apostar por las interconexiones que España lleva tiempo reclamando.
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