Opinión | LIBROS

La alquimia del saber

Peter Burke hace un balance equilibrado sobre la figura del polímata y su aportación a la sociedad

Libros en una biblioteca.

Libros en una biblioteca. / old books on wooden shelf

El mundo y la vida son las dos mayores incógnitas aún sin despejar. Estamos cada día más cerca, pero no sabemos cuánto nos falta para llegar. Incitados por el gen de la curiosidad, nacido quizá de la necesidad de resolver los problemas encontrados en nuestro camino sobre la Tierra, hemos acumulado una cantidad inabarcable de información que, sin embargo, es todavía insuficiente. Descubrir, conocer, saber algo nuevo, nos produce placer y, acto seguido, vuelven a brotar preguntas sin respuesta sobre aquello que seguirá intrigándonos. Si alguna vez somos capaces de iluminar la zona que a pesar de tanto empeño permanece en la oscuridad, es difícil prever qué ocurriría y cuáles serán nuestras sensaciones.

Los libros de Peter Burke son de esos que transforman al lector. Después de haberlos leído, uno no es el mismo. Ha escrito muchos libros sobre temas diversos. Ofrecen datos en abundancia, relacionan los hechos situándolos en perspectivas insospechadas y se leen plácidamente porque están escritos con el propósito de facilitar la tarea, de forma clara y sencilla. Su obra entera supone una gran contribución a la autocomprensión de la especie humana. En 2019, la Universidad de Oviedo le concedió el doctorado honoris causa. Apadrinado por Jorge Uría, el impulsor más destacado de los estudios socioculturales en la alma mater asturiana, agradeció el nombramiento con un anticipo del libro que se reseña, otro capítulo más de su esfuerzo por alumbrar el proceso del conocimiento humano.

Burke conviene en que la historia ha tratado mal a los polímatas y se propone hacer un balance más equilibrado sobre esta figura y su aportación a la sociedad. De acuerdo con la definición que adopta, polímata es “alguien que se interesa por muchas materias y aprende sobre ellas”. En realidad, el libro presenta una biografía colectiva de quinientos polímatas que vivieron en Occidente entre los siglos XV y XXI, a los que cita uno por uno en un apéndice. Se ocupa de los polímatas académicos o, en su denominación antigua, eruditos, y excluye a los emprendedores como Elon Musk. En la larga lista menciona a diecisiete españoles, entre ellos a Feijoo y a Jovellanos, al que describe como “un excelente ejemplo de razón práctica, interesado en el saber aplicado más que en el práctico”. El libro registra rasgos personales, hábitos, actitudes y empresas intelectuales de los polímatas, los clasifica según distintas tipologías, y apunta las condiciones ambientales que pudieron estimular su dedicación al saber.

Confundido en ocasiones con el charlatán y el diletante, el polímata pulula desde la Grecia clásica hasta la actualidad entre los amantes del saber y los que prefieren ignorar, entre los generalistas que saben un poco de todo y los eficientes expertos en una sola cosa, es decir, entre los zorros y los erizos de Tolstói. La discusión sobre la mejor estrategia en pos del conocimiento no ha cesado en los dos últimos milenios. La polimatía también tuvo su época de esplendor y sus horas bajas. En los tiempos actuales de máxima especialización, no obstante multidisciplinares, en que la angustia provocada por una mezcla de exceso informativo y desinformación va en aumento, el polímata está llamado a desempeñar su papel. Un sugerente estudio de la Escuela de Negocios de Deusto concluye que este singular individuo posee cualidades, como el espíritu innovador, la capacidad de adaptación al cambio, la creatividad y la polivalencia, idóneas para elevar el rendimiento de las empresas punteras. La utilidad rutinaria de estos genios, por fin, es una evidencia reconocida.