Opinión | RUSIA

Oligarcas y sicarios, viento en popa

El yate Tango atracado en Palma.

El yate Tango atracado en Palma. / B. Ramón

La oligarquía es la dimensión industrial de la riqueza. De ahí que si cabe imaginar un ente más nocivo que un mafioso ruso, genérico que por definición abarca a cualquier magnate próximo a la cleptocracia del Kremlin, es el abogado o el asesor financiero de un mafioso ruso. Son los famosos enablers, a quienes la Fiscalía Anticorrupción considera indistinguibles de sus clientes.

Pese al cacareo de sanciones abstractas, los oligarcas y sus sicarios adiestrados en la conservación patrimonial navegan viento en popa a bordo de sus megayates. Van ganando. Ni siquiera se ven lastimados por el molesto daño reputacional "mientras los ucranianos entierran a sus muertos", según sostenía el pasado miércoles un congresista demócrata.

En el caso de Mallorca, ninguna de las dos escasas incautaciones corresponde a la iniciativa del Gobierno, sino al coraje de un miembro ucraniano de la tripulación y a la iniciativa de la Casa Blanca. El empeño personal de unos funcionarios locales decentes ha surtido más efecto que el impulso mortecino de La Moncloa. Hasta tal punto llega el poder de los sicarios.

El Departamento de Justicia de Joe Biden agradeció expresamente la colaboración para la incautación en Mallorca del megayate Tango de Viktor Vekselberg, singularizando el apoyo de la Guardia Civil. Incluso los moderados colegios de notarios describieron cuatro mansiones de oligarcas rusos en Baleares, contra las que no se ha actuado.

Washington se sujeta ahora al axioma de que en ningún caso deben devolverse los yates incautados a los oligarcas. En España, los sicarios ya han puesto en circulación la especie del "difícil encaje jurídico" de la salida al mercado de los bienes requisados, en férrea defensa de los porcentajes que les corresponden.

En Mallorca se vuelve literal la expresión de que los ciudadanos pagan las facturas de la sangrienta invasión de Ucrania, mientras los oligarcas conservan sus posesiones gracias a la labor de los sicarios. ¿En qué consiste entonces el estado de guerra? Solo cabe desear que la actividad de los secuaces no desemboque en los tribunales porque, en tal caso, los mallorquines pagarán la guerra, los megayates y el caviar.