Opinión | DIVIÉRTETE AHORRANDO

Geri, Rubi, Compiyogui y los diminutivos del poder

Lo sabe mi amiga Elena, lo sabe el amante que se equivoca en la cama y lo saben los imputados a los que pillaron infraganti: la revelación pública de un apodo cariñoso puede ser fatal

El defensa del FC Barcelona Gerard Piqué.

El defensa del FC Barcelona Gerard Piqué. / Arne Dedert/dpa

Una noche estábamos tomando algo en la plaza de San Ildefonso, en Malasaña. Teníamos 17 años y el botellón era legal. A mi amiga Elena le sonó el teléfono. Se retiró para hablar con su novio, pero otra amiga oyó su despedida: "Luego te veo, bichi". Con ese talento para la organización espontánea que solo se tiene a los 17 años, formamos una conga que cruzaba la plaza coreando: "Bichi, bichi, bichi, hey".

Lo sabe mi amiga Elena, lo sabe el amante que se equivoca en la cama y lo saben los imputados a los que pillaron infraganti: la revelación pública de un apodo cariñoso puede ser fatal. Y sin embargo, no hay nada delictivo en ello. De todos esos emails y audios que se filtran en los periódicos, lo más legítimo y lo menos grave son los diminutivos y, sin embargo, esos bonsáis de la onomástica, rematados siempre en i, son luz violeta para nuestros ojos de mosquito: no podemos evitarlo, vamos allí a posarnos, aunque muramos achicharrados.

Como murió achicharrado Juanma Castaño cuando le preguntó a Piqué, en El partidazo de Cope, por qué llamaba a Rubiales “Rubi”. Piqué respondió tan pancho: “Juanma a veces parece que vivas en otro mundo, chico. He formado parte de la Federación Española jugando con la selección más de diez años, he tenido de presidente a Rubiales, obviamente le voy a llamar Rubi porque tengo confianza como tienen todos los demás jugadores que han estado con la selección. ¿Qué me estás contando?”.

Piqué: "No es que me esconda, es que me siento orgulloso porque hemos hecho un trabajo espectacular"

/ Vídeo: Agencia ATLAS | Foto: Twitch

E igual que murió achicharrado el diputado de Unidas Podemos Txema Guijarro cuando le preguntó a Javier López Madrid por qué la reina de España le llamaba “compiyogui”. López Madrid le pregunta al presidente de la comisión de la si tiene que contestar cosas distintas de la financiación y este es rotundo: “no”. El resto de rostros no dejan lugar a dudas: es una pregunta inapropiada.

Geri, Rubi, Ferri, compiyogui… No hay nada reprochable en las expresiones de cariño consentidas que dos amigos se dan en la intimidad. Y no obstante: luz violeta. Vale que la estrategia de Castaño y Guijarro no fue la más audaz, pero hay que concederles que la intuición de que los apodos son relevantes políticamente no va desencaminada.

Yo, cada vez que se filtra un diminutivo tengo la misma sensación: estoy yendo a un campamento y el primer día los demás no paran de hablar de lo bien que lo pasaron ayer. ¿Ayer? ¿Pero esto no empezaba hoy? Sus apodos contienen un claro mensaje: hay una fiesta en la que no estás invitado y es que todos se conocen menos tú.

Además, esos nombres excitan nuestra curiosidad porque son la tímida revelación de lo que siempre hemos querido saber: cómo se comporta el poder cuando no estamos mirando, es decir, cuando es de verdad el poder. Tráfico de influencias, blanqueo, comisiones… La práctica sabemos bien en qué consiste, pero los que nos subyuga, porque no sabemos imaginarlo hasta que no lo escuchamos, es el cortejo: las galanterías y piropos que llevan hasta el acto, los suspiros del durante y las alabanzas del después. Y, finalmente, los mensajes de apoyo cuando del amor no queda más que una investigación judicial. Geri, Rubi, compiyogui… Habréis hecho cosas mal, pero tenedlo por seguro: quereros no fue una de ellas. Es solo que nos da curiosidad.