Opinión | POLÍTICA

Debilidad gubernamental

La ajustada votación del decreto anticrisis ha puesto de manifiesto que Pedro Sánchez no ha convencido a todos los partidos del bloque de la investidura

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la sesión de control al Gobierno en el Congreso.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la sesión de control al Gobierno en el Congreso. / José Luis Roca

Es una buena noticia que el plan de respuesta a la invasión de Ucrania haya sido aprobado por el Congreso de los Diputados. Dotado de 16.000 millones y 23 medidas, intenta responder a las necesidades de numerosos sectores afectados por los efectos de la guerra de Putin sobre la economía española. Era de esperar que una medida de esta naturaleza contase con un amplio respaldo, aunque no fuera del pleno agrado de todas las fuerzas políticas.

Sin embargo, no ha sido así, y hay que lamentar que el decreto haya estado en el aire y haya sido aprobado por solo cuatro votos de diferencia. Como ya ocurrió con la reforma laboral, Pedro Sánchez tampoco ha convencido a todos los partidos que le apoyaron en la investidura, de manera que ayer volvió a ponerse de manifiesto la fragilidad de la actual mayoría de gobierno. La causa de esta situación es conocida: la irritación de ERC por lo que los republicanos consideran una falta de respuesta del Ejecutivo (o una respuesta inadecuada, en el caso de la ministra de Defensa) ante el supuesto espionaje a decenas de independentistas.

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Las razones esgrimidas son importantes para la formación de Oriol Junqueras, pero en ningún caso justifican votar contra un paquete de ayudas para los ciudadanos, algunas de ellas solicitadas por los republicanos. Máxime cuando las responsabilidades por el espionaje no estén todavía sustanciadas y Esquerra y otros partidos independentistas han sido incluidos en la Comisión de Secretos Oficiales que debe dar más información al respecto.

La decisión de los republicanos es más una gesticulación para no perder protagonismo ante las demás fuerzas independentistas catalanas que una eficaz medida política de presión,dado que el Gobierno tenía asegurada la mayoría por el voto favorable de Bildu. Pero podría haber tenido consecuencias graves para los españoles, como recordaron quienes votaron a favor, dejando de lado sus recelos hacia la actitud de Sánchez. Los dos grandes partidos también tienen su cuota de responsabilidad por la tensa votación en el Congreso.

Como principal partido del gobierno, el PSOE debería involucrarse más en superar las divisiones ideológicas cuando se trata de hacer frente a cuestiones de Estado o de alcance social. No es tarea fácil, porque dos no bailan si uno no quiere, pero el cambio de dirección en el PP era una oportunidad para haberlo intentado con más tesón.

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Es probable que Alberto Núnez Feijóo tampoco haya estado a la altura, desaprovechando la ocasión para demostrar que los cambios en la cúpula de su partido le permitirán combinar una tarea de oposición con una responsabilidad de Estado. Todo indica que sigue más preocupado por las críticas de Vox que por mantener una actitud más acorde con la de sus homólogos europeos. Hay indicios sobrados para pensar que la guerra de Ucrania va para largo y que sus consecuencias sobre nuestro nivel de vida se alargarán en el tiempo.

Frente a este escenario, al que hay que sumar otros factores de incertidumbre, la responsabilidad y la estabilidad son valores que todos los partidos deberían compartir, más allá de su legítima aspiración a ganar las próximas elecciones. No son tiempos para la división y la fragilidad, y quienes la fomenten deberán rendir cuenta de ello ante sus electores.