Opinión | EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ

Sin cooperación tecnológica no hay futuro

¿Seremos capaces también de limitar el uso de la inteligencia artificial con el fin de proteger los derechos de las personas? Por el momento tenemos más preguntas que respuestas

Un niña coge la mano de un robot en  Ōsaka-shi, Japan.

Un niña coge la mano de un robot en Ōsaka-shi, Japan. / Unplash

Nuevos fantasmas llaman al telefonillo de las viejas democracias liberales. Francia ya ha escuchado su sonido en las últimas elecciones nacionales y todos somos conscientes de que la próxima vez no será tan fácil no abrirles la puerta. La mayoría de los espectadores las hemos seguido de cerca, principalmente porque era una batalla real entre la extrema derecha y cualquier otra opción. Porque en realidad lo grave era que la extrema derecha fuera una posibilidad cierta de gobierno. Porque, me atrevo a añadir, lo que más miedo da es que la ultraderecha ya no da miedo, y cuanto antes lo asumamos, mejor.

La perspectiva parece apuntar a que, años después de su irrupción, los extremistas han sido legitimados para dirigir el sistema. Aquellos que se enorgullecen de querer romperlo desde dentro. Mientras neodictadores acceden al poder, la calidad democrática global cae en picado. Ante esta tesitura, pocas opciones nos quedan; la más evidente parece pasar por dejar de avisar del peligro y actuar.

Así lo han entendido al menos dos de las grandes capitales del poder: Washington y Bruselas que hace unos meses crearon el Consejo de Comercio y Tecnología UE-EEUU para coordinar enfoques sobre asuntos globales fundamentales. Entre ellos, como no, está la tecnología. A menos de dos semanas de su próxima reunión queremos pensar que podemos estar ante el inicio de la reconstrucción de los consensos multilaterales adaptados a este tiempo. A pesar de que gran parte de la agenda la ocupe la crisis de Rusia y de Ucrania, también se decidirán asuntos estratégicos fundamentales para la estabilidad económica y social, como las cadenas globales de suministro, el espacio digital, la ciberseguridad, la desinformación, o incluso sobre cómo atajar los nuevos riesgos para la democracia que se ven amplificados por la tecnología. Pero, ante todo, se espera un nuevo tiempo para la relación de lado a lado del Atlántico.

Uno de los ejes fundamentales para que el nuevo tiempo tenga éxito será cómo encontrar una colaboración efectiva en los nuevos temas, aquellos que no estaban entre nosotros el siglo pasado. Desde la manipulación algorítmica, hasta las normas tecnológicas globales, pasando por la regulación de la inteligencia artificial.

¿Seremos capaces de crear un sistema de alerta temprana para que nos avise cuando hay escasez de microchips? ¿Podremos acordar reglas en la competición de subvenciones para atraer a los fabricantes de chips con incentivos? ¿Qué hay de la financiación de alternativas a la tecnología china en el mundo en desarrollo? Todas estas preguntas deben formar parte del frente común que debe refundar el orden liberal.

Si queremos fortalecer los lazos transatlánticos, que ojalá también se extiendan hacia el resto del continente americano, debemos crear nuevos mecanismos para compartir información sobre cómo crear las normas tecnológicas mundiales, supervisar campañas de desinformación, controlar la amplificación algorítmica y permitir el acceso a los datos para los investigadores.

¿Seremos capaces también de limitar el uso de la inteligencia artificial con el fin de proteger los derechos de las personas? Por el momento tenemos más preguntas que respuestas y una lista larga de ámbitos tecnológicos fundamentales. Lo que está claro es que, sin cooperación entre los defensores de la democracia liberal, el futuro no promete esperanza y la sociedad está ya muy agotada de tanta crisis. Debemos tejer redes que revitalicen la democracia