Opinión | SANT JORDI

Libros contra viento y marea

Los libros podrán ser descatalogados, censurados, quemados o bombardeados, hackeados, pero nunca derrotados

Sant Jordi

Sant Jordi / EFE/Marta Pérez

Paraguas, charcos, manos ocupadas, algo de frío y sobre todo un molesto viento que despeina, mueve de sitio, desmonta un puesto o reclamo de escaparate. Tras la pandemia, el último dragón que enfrenta el Sant Jordi más ilusionante que podemos recordar tiene escamas de temporal de lluvia y viento, pero una vez más, porque también las buenas historias se repiten, el héroe echará mano de la épica y triunfará.

Si una gesta nos ha dado identidad en positivo a lo largo de la historia de la humanidad esta ha sido el afán de proteger, cuidar y dar continuidad a la lectura. Se diría que los libros llevaran impresas en sus páginas una llama que no extingue y que nos empuja a seguir en construcción, un paso adelante, paraguas en ristre como lanzas, porque en días como Sant Jordi uno rinde, sea consciente o no, un servicio en la cruzada de la afición a leer.

Épico es el trabajo que desde hace 200 años despliegan en la ciudad biblioteca del desierto, Chinguetti, en Mauritania. Allí se preservan media docena de refugios literarios levantados en barro para proteger un patrimonio de valor incalculable no solo de forajidos y guerrilleros, sino sobre todo de la amenaza del polvo y las dunas desde los tiempos en que no le habíamos puesto nombre a la crisis climática.

Guerra en Ucrania

También es incalculable el tesón de un grupo de activistas culturales que luchan contra la barbarie de la guerra en Ucrania a partir de la preservación de los libros digitalizados que preservan la historia del país y que están amenazados por hackers y ciberataques. 

Una bibliotecaria ucraniana fue quien empujó la iniciativa, que ha acabado movilizando a más de un millar de expertos en rastrear el patrimonio en riesgo por la guerra y ha dado refugio, en servidores informáticos blindados ante las malas artes bélicas, a poemas e historias de los primeros asentamientos judíos en la zona, entre otras joyas culturales.

Apadrina un libro

No es guerra pero si necesidad lo que mueve mucho más cerca, en Cataluña, una iniciativa de la Universitat de Barcelona. Se busca estos días mecenas que con su aportación ayuden a pagar los trabajos de restauración dos de los libros más valiosos que conservan en el archivo: un tratado sobre la luz del siglo XVII llamado 'Ars magna lucis et umbrae in decem libros digesta' y otro de viajes que iluminaron el conocimiento de hace 500 años gracias a la pasión de Melchisédech Thévenot, enamorado de los relatos de expediciones a lejanas culturas.

La UB plantea el rescate de esos libros que amenazan con desaparecer como un apadrinamiento, como de alguna forma hacemos el día de Sant Jordi cada vez que elegimos un libro para regalar y amorosamente darle un cobijo, un sentido, una vasija -somos vasijas- donde verter su historia

A veces, la conexión es tan íntima con un libro que compras el que leíste para regalarlo en una cadena de afecto en que compartes las emociones que te hizo sentir. Un "Difunde la palabra" en toda regla. El hábito crea una comunidad de padrinos literarios: regalas lo que te gustó y a la vez compras otro libro idéntico para no perder nunca de tu alcance esa novela que puedes necesitar releer, para salvarla de ser descatalogada en el futuro. Temes la pérdida, con la desaparición del libro, de esos momentos de emoción que te hicieron sentir y que ya forman parte de tu ser, de tu identidad.

Los libros podrán ser descatalogados, censurados, quemados o bombardeados, hackeados. Pero días como Sant Jordi con su tenacidad a prueba de pandemias y temporales, y las mil y una iniciativas que se reproducen a todas horas para que perduren los libros nos recuerdan que nunca serán derrotados. 

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