Opinión | ELECCIONES EN FRANCIA

El viraje ideológico del Frente Nacional

Marine Le Pen, durante la campaña de las elecciones en Francia

Marine Le Pen, durante la campaña de las elecciones en Francia / GUILLAUME HORCAJUELO

El Frente Nacional (ahora Agrupación Nacional) ha conseguido, por tercera vez en su historia, colarse en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas. El partido, que surgió a principios de los 70 de la mano de Jean-Marie Le Pen, cuenta con una larga trayectoria en Francia. Aunque durante la primera década fue un partido más bien marginal que, incluso en alguna ocasión, no consiguió los avales necesarios para concurrir a las elecciones, tras alcanzar el 14% del voto en las elecciones presidenciales de 1988 y, con excepción de las presidenciales de 2007, las últimas de Jean-Marie, no ha dejado de crecer.

Es uno de los primeros partidos de la llamada “derecha alternativa”, un movimiento político formado por un número creciente de formaciones políticas heterogéneas, con propuestas políticas que varían entre países, adaptándose al contexto político, social, cultural y económico nacional. Aunque comparten una serie de rasgos característicos como el nacionalismo, el populismo y una cierta tendencia hacia propuestas autoritarias.

La fuerza electoral de partidos como AN tiene su origen en una combinación entre su carácter de partidos-nicho (cuyo discurso se ha articulado alrededor de la tríada inmigración-identidad-seguridad), el impulso de medidas de carácter autoritario (con propuestas como la reintroducción de la pena de muerte o el endurecimiento de penas por delitos contra la seguridad) y la apuesta por una reducción del peso del Estado en la economía. Una combinación que ha sido tildada por politólogos como Herbert Kitschelt y Anthony J. McGann (1995) como la “fórmula ganadora” de la nueva derecha.

El partido de Le Pen es el ejemplo paradigmático del viraje ideológico que algunas de sus formaciones han llevado a cabo en las últimas décadas como estrategia de adaptación para captar nuevos votantes. En las últimas décadas, ha dejado de lado los postulados más cercanos al liberalismo económico, para apostar por la defensa de lo que algunos han tildado de “Estado del Bienestar Chauvinista” (Anderson y Bjørklund, 1990), un discurso muy cercano a la izquierda económica. Esto es, el apoyo a una mayor intervención del Estado en la economía altamente influenciado por su nacionalismo y, por lo tanto, cada vez más proteccionista, más contrario a la globalización y con más restricciones a los ciudadanos no nacionales.

Algunos ejemplos son la creación “de un impuesto adicional sobre la contratación de trabajadores extranjeros con el fin de garantizar de manera efectiva la prioridad nacional para el empleo de los franceses” (punto 38), “apoyar a las empresas francesas frente a la competencia internacional desleal mediante el establecimiento de un proteccionismo inteligente” (punto 35) o “dar prioridad a los franceses en la asignación de viviendas sociales” (punto 42). Y, por descontado, propiciar la salida de Francia del espacio Schengen (punto 24) y incrementar los obstáculos a la regulación de la situación de inmigrantes (Le Pen, 2017).

Este viraje ideológico le ha permitido aumentar su porcentaje de voto total y, especialmente, entre el votante obrero, que en Francia es muy importante. Según la radiografía del electorado del AN realizada por el Instituto de Estudios de Opinión y Marketing en Francia (IFOP) en 2021, el 49% de los votantes del partido de Le Pen son obreros.

El sistema a doble vuelta impide la llegada al poder de partidos que se alejan de las posiciones del votante medio, por lo que el futuro ascenso de los de Le Pen no va a estar condicionado por los resultados de su estrategia como por el hecho de que la alternativa, que ahora representa el movimiento de Macron, sea suficiente para los franceses.