Opinión

La oportunidad de los pisos turísticos

Turistas en el centro de Palma de Mallorca.

Turistas en el centro de Palma de Mallorca. / EFE/Cati Cladera

Las aerolíneas low cost, las plataformas para compartir coche o las nuevas modalidades de hospedaje han generalizado la actividad turística. A nadie se le escapa que el turismo es un sector especialmente importante para la economía española. España fue uno de los 10 países más visitados del mundo y el sector turístico suponía, antes de la pandemia, el 12,4% de nuestro PIB y el 12,7% del empleo total de nuestra economía (OMT, 2019).

A la actividad turística tradicional se le suman, además, nuevas modalidades de hospedaje impulsadas por el teletrabajo. El auge de los esquemas de trabajo a distancia o híbridos durante la pandemia han permitido a miles de personas trabajar mientras visitan un destino turístico. Madrid se encuentra entre las quince ciudades más buscadas en todo el mundo para una estancia de larga duración a través de Airbnb. Casi uno de cada cinco huéspedes aúna trabajo y turismo en un mismo viaje. Las Viviendas de Uso Turístico (VUT) dan una respuesta a esta nueva situación, permitiendo alojar en viviendas existentes a los llamados “nómadas digitales”.

Estas nuevas tendencias se han encontrado con la oposición de algunas administraciones locales. En medio del boom de los alojamientos turísticos, la llegada a las alcaldías de Barcelona y Madrid de Ada Colau y Manuela Carmena dieron el pistoletazo de salida a una lucha contra esta nueva modalidad de alojamiento. En Barcelona se saldó con una moratoria temporal de nuevas licencias que blindaba cualquier intento de tramitación. En Madrid, el gobierno municipal restringió el alquiler turístico a pisos con acceso directo a la calle, lo que suponía la prohibición masiva del 95% de las viviendas de uso turístico de la ciudad. Unas restricciones que, a juicio de la CNMC, no están justificadas y son desproporcionadas.

El turismo masivo genera externalidades negativas (ruido, consumo de recursos o deterioro del espacio público), la flexibilización de las VUT permite desconcentrarlo. Contribuye, además, a aumentar la competencia, otorgando mayor poder de decisión a los consumidores y permite que los pequeños propietarios accedan a una renta complementaria. (Institut Ostrom, 2021) Una cuestión todavía más relevante si tenemos en cuenta que el 75% de los españoles es propietario de una vivienda y el 14,3% lo es de una segunda (el doble que en países como Francia e Italia).

Pero el impacto positivo también se identifica en las propias ciudades. En 2019, los visitantes que llegaron a Madrid y se alojaron en apartamentos turísticos ofertados por Airbnb, generaron 12.000 puestos de trabajo directos (3.700 en el sector de la restauración y el resto en los comercios locales). (Oxford Economics, 2021)

Por último, tampoco existe evidencia concluyente que confirme una relación causal directa entre el aumento del número de pisos turísticos y el incremento del precio del alquiler. La evidencia que disponemos sobre la ciudad de Madrid señala que las VUT no habrían influido significativamente en los precios del alquiler (Casanova Ferrando, 2019, Morales-Alonso y Núñez, 2022).

Convertir ciudades como Madrid en un polo de atracción de talento, visitantes, congresistas y residentes temporales requiere de una oferta flexible. De este modo se facilita la captación de ferias y congresos o startups que buscan relocalizaciones temporales y la posibilidad de contratar a quienes pasan temporadas en la ciudad gracias al teletrabajo. Las administraciones deberían regular de forma inteligente las VUT si no quieren dejar pasar este tren.

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