Opinión | POLÍTICA EXTERIOR

Orbán, Macron y la unidad de los europeos

Será inevitable acabar con dinámicas como las de Francia o Hungría y modificar el discurso interno sobre los intereses nacionales

Los presidentes de Francia y Hungría, Emmanuel Macron y Viktor Orbán, en el palacio de Versalles el 10 de marzo de 2022.

Los presidentes de Francia y Hungría, Emmanuel Macron y Viktor Orbán, en el palacio de Versalles el 10 de marzo de 2022. / Europa Press

Cada día que los europeos mantienen su unidad frente Rusia, mayor es el vértigo ante la posibilidad de dividirnos. La cohesión durante el primer mes de guerra en Ucrania invita a pensar que a la Unión Europea le sienta mejor de lo que pensaba el poder duro, y que hemos salido –por la fuerza– de una larga fase de estancamiento del proyecto europeo. Muy pronto se verá hasta qué punto la nueva guerra en territorio de Europa está transformando nuestros miedos y aspiraciones, dotándonos de la voluntad de poder necesaria en un mundo competitivo y hostil.

Dos elecciones a la vuelta de la esquina van a ser buenos indicadores de lo que puede cambiar o permanecer tras la invasión rusa. Hungría celebra elecciones parlamentarias el 3 de abril y Francia tendrá la primera vuelta de las presidenciales el día 10. No son unas elecciones cualquiera, ni por el contexto bélico en el que se producen ni por la posición de ambos países en la UE ni por el carácter de sus dirigentes, que son también los candidatos mejor situados: Viktor Orbán, como primer ministro de Hungría, y Emmanuel Macron para la presidencia de Francia.

Son elecciones de las que no se esperan nombres nuevos, pero sí políticas diferentes en lo que respecta a la UE, confirmada de forma definitiva como un asunto nacional. De ahí que resulte trascendental lo que pueda venir en la política francesa y húngara, pues no hay transformación más reveladora que la decidida por una misma persona. Y es que muchas cosas tendrán que cambiar en dos países bien distintos en su compromiso con la UE y con la democracia liberal, pero que han cortejado de forma similar a Rusia y en los que la inmigración es un asunto central de la campaña electoral.

La agresión rusa ha aportado a los gobernantes de la Unión la aureola de líderes en tiempos de guerra. Se trata de una ventaja en un año electoral, pero será difícil sostenerla conforme el conflicto se alargue y aumente el impacto económico de las sanciones en la UE y el flujo de refugiados que llegan de Ucrania.

Para el gobierno de Orbán no será fácil acomodarse a la nueva realidad. El primer ministro húngaro es el representante más destacado de una corriente iliberal que recorre gobiernos y partidos a lo largo y ancho de la UE y que ha situado el rechazo a la inmigración el centro del discurso político. Naciones Unidas estima que han salido de Ucrania 3,8 millones personas, y podrían llegar a 10 millones en los próximos meses. Hungría, que no recibió ni un solo refugiado sirio en 2015, ha recibido más de 350.000 refugiados de Ucrania. La respuesta solidaria mostrada por los húngaros hasta ahora proporciona a Orbán un margen de incalculable valor para reorientar la posición de su país en la UE.

El presidente ruso, Vladímir Putin, y el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, en una foto de archivo.

El presidente ruso, Vladímir Putin, y el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, en una foto de archivo. / EFE/ Alexander Zemlianichenko /

En Francia, la inmigración es desde hace dos décadas un asunto crucial en las elecciones. Ahora que vemos ciudades europeas bombardeadas y asediadas por el ejército ruso, la inmigración ha pasado a un segundo plano en la opinión pública, pero la preservación de la “identidad francesa” desborda el discurso político de los candidatos de extrema derecha, Marine Le Pen y Eric Zemmour, y es una preocupación extendida en la sociedad.

Mantener la unidad en la UE exigirá difíciles ejercicios de coherencia tanto en el interior de los países miembros como entre ellos. Más pronto que tarde será necesario acordar una política de inmigración común y una normativa de asilo y refugio con los pies en la nueva realidad de Europa. La perspectiva más que posible de un conflicto largo e intermitentemente congelado con Rusia debería llevarnos a solucionar cuanto antes la política migratoria, de lo contrario Moscú y cualquier país de la vecindad de la Unión tendrá a su disposición una herramienta de presión y desestabilización.

En relación con Rusia, Orbán primero y Macron después se sentaron a principios de febrero, y con una semana de diferencia, en la famosa mesa de seis metros del Kremlin. El encuentro con Vladímir Putin le sirvió a Orbán, que lleva 12 años como primer ministro, para destacar los estrechos vínculos económicos de Hungría con Rusia y celebrar su compartida longevidad en el cargo: “Los dos tenemos el recuerdo más largo de la relación entre la UE y Rusia”.

Una imagen de la reunión entre Emmanuel Macron y Vladímir Putin.

Una imagen de la reunión entre Emmanuel Macron y Vladímir Putin. / .

Para Macron, que ejerce la presidencia semestral del Consejo, la reunión tenía un objetivo muy diferente: buscaba detener la cuenta atrás de la invasión rusa de Ucrania. Confiaba para ello en el papel de Francia como uno de los tradicionales defensores de la política de acercamiento a Rusia, una política que llevó a Macron a buscar, al principio de su mandato en 2017, un nuevo acuerdo de seguridad con Moscú.

La situación creada por Rusia en Europa convierte en estratégico cualquier aspecto de la política exterior de los países de la UE. Por ello será inevitable acabar con dinámicas como las de Francia o Hungría y modificar el discurso interno sobre los intereses nacionales. Alemania parece haberlo comprendido.

No será fácil mantener la unidad y la coordinación entre los países miembros, tampoco lograr el apoyo de la opinión pública ni, mucho menos, cambiar enfoques políticos sostenidos durante décadas. Nuestros socios lo saben. Nuestros rivales también. Hemos empezado una carrera de resistencia y esta guerra de Rusia es solo el primer obstáculo.