Opinión | GUERRA RUSIA-UCRANIA

Putin versus Zelenski, la batalla 'compol'

Zelenski, ante el Congreso de EEUU.

Zelenski, ante el Congreso de EEUU.

La industria militar siempre ha sido un banco de pruebas para diferentes disciplinas, también para la comunicación política. Controlar el relato de quién gana o quién pierde, de qué bando está en posesión de la razón o espolear la moral de victoria son algunos de los objetivos tradicionales de la maquinaria de propaganda civil y militar. Estamos asistiendo en directo a una batalla comunicativa sin cuartel con diferentes estrategias y objetivos. En este artículo se analiza la comunicación política de Ucrania y Rusia, sus objetivos y medios.

Putin: el imperio del zar

El objetivo externo de Rusia en su comunicación no es convencer al mundo de la bondad de sus actos, sino aterrorizarlo, igual que han conseguido los diferentes regímenes autoritarios con la población rusa. La lógica de paz y diplomacia estaba cercenando la capacidad internacional rusa. Su escasa capacidad económica, tecnológica o de valores la situaba en una potencia media-baja. Por lo tanto, Putin decide volver a la lógica militar en la que su capacidad nuclear la sitúa entre las pocas que pueden destruir el mundo, volviendo a ser alguien importante en el tablero de juego; un imperio temible. Asimismo, a través de la guerra híbrida de las 'fake news' en redes sociales y medios oficialistas intentan apuntalan un relato que ha sido desenmascarado por el periodismo real, una guerra de desestabilización que ha sido mucho más efectiva en tiempos de paz en las que el ciudadano medio occidental no reparaba en que Putin tenía intereses de por medio, como por ejemplo, en procesos electorales en los que se ha demostrado con el tiempo la mano invisible rusa.

A nivel interno, Putin necesita revitalizar la narrativa imperial ante un pueblo acostumbrado más a la tiranía y la falta de libertades que a los usos y costumbres liberales. Su narrativa de desnazificación pretende recobrar el espíritu de los aliados de la Segunda Guerra Mundial, en la que Rusia fue determinante para acabar con uno de los peores regímenes de la historia, encubriendo, así, las atrocidades del estalinista. La lógica imperial supera con creces la lógica democrática; por lo tanto, Putin ejerce como un dictador que mediante la conquista de lo que considera suyo devuelve el esplendor e importancia a su nación cercenada por una coalición de enemigos fabricados. Para ello se vale de uno de los principales instrumentos de los regímenes autoritarios: la falta de libertad de expresión o prensa, que se recrudece en un tiempo que en el que sus ciudadanos sufren las consecuencias de la guerra sumisos ante el relato oficialista. Son muchos los testimonios que hemos escuchado de disidentes rusos que han tenido que romper con sus familias porque son repudiados por no abrazar la doctrina oficial. No estoy segura de que ni siquiera la pobreza o las penurias provocadas por la sanciones despierten a un pueblo que lleva siglos acostumbrados a las atrocidades infligidas por sus instituciones.  

Zelenski: la heroicidad de la democracia

Ucrania no es la quintaesencia de las democracias liberales, pero su pueblo lleva luchando desde el desplome de la URSS por su independencia respecto a Rusia y por ir adquiriendo prácticas democráticas. Sin embargo, la narrativa de Zelenski ha elevado a Ucrania a la causa de las democracias occidentales contra el sátrapa Putin. El objetivo externo de los ucranianos es movilizar a la opinión pública de la UE, EEUU y Gran Bretaña para que sus respectivos países ayuden a los ucranianos a aguantar la envestida brutal de Putin, con armas o quién sabe si en un futuro con tropas. De hecho, una de sus principales acciones es intervenir en las cámaras legislativas de los diferentes países y organizaciones supranacionales para hablar directamente a los ciudadanos y así apuntarlos a su causa. El éxito de la comunicación política de Ucrania es tal que han conseguido modificaciones presupuestarias en partidas militares históricas como en el caso alemán o raras veces apoyadas como en España. Las redes sociales del gobierno ucraniano en las que civiles, militares, mascotas, niños, embarazas, edificios destrozados muestran al mundo la vileza de Putin son una innovación en comunicación de guerra 2.0, la última tendencia el War Tok es decir, la retransmisión del día de a día de los jóvenes ucranianos a través de Tik Tok, la red social china, algo que no deja de ser una de las paradojas de esta guerra.

A nivel interno, la narrativa de David contra Goliat se impone para insuflar coraje a los ciudadanos que defienden su país frente a un enemigo dispuesto a masacrarlos a cámara lenta. Zelenski vestido no de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, sino de soldado raso, ha demostrado asumir su papel de mesías de la democracia, el héroe clásico en terminología mitológica. Su resistencia en Kiev -tanto su persona como la capital son objetivos prioritarios de Putin- es el vivo retrato de la épica cinematográfica que nos ha socializado en materia de líderes, coraje, valor, resistencia. Si sale de esta vivo se va a convertir en un mito de la democracia y la defensa de sus valores.