Opinión | RUSIA

Lecciones históricas sobre las sanciones económicas

La historia enseña que la ayuda militar y económica al país agredido es la forma más efectiva de frenar una invasión, porque las sanciones económicas no detienen las guerras y menos cuando la mayoría de países del mundo rechaza secundarlas

Un manifestante sostiene una pancarta "Sancionar a los oligarcas de Putin", frente a la embajada rusa en Londres.

Un manifestante sostiene una pancarta "Sancionar a los oligarcas de Putin", frente a la embajada rusa en Londres. / EUROPA PRESS

La historia enseña que las sanciones económicas nunca han detenido a una potencia de invadir otro país y que cuando esas sanciones exceden determinado nivel la guerra puede extenderse. La historia indica que tampoco sirven para cambiar un régimen político, sino que conducen a reforzar su poder sobre la población. Las sanciones castigan a la población y la empobrecen, mientras que las elites políticas y económicas del país sancionado pueden eludir y amortiguar su impacto.

Las sanciones también penalizan y empobrecen a la población de los países sancionadores, como ocurre ahora en la Unión Europea (UE), incrementando la desigualdad y el riesgo de desestabilización. En una guerra, las sanciones tardan en dejar sentir su efecto. Por ello, la ayuda militar y económica al país agredido es la forma más efectiva para frenar una invasión, como ejemplifica Ucrania.

Las sanciones económicas no impidieron a Italia invadir y conquistar Etiopia (1935-1936), como detalla el historiador Nicholas Mulder en su libro El arma económica. El economista John Maynard Keynes argumentó entonces que Etiopía habría podido defenderse de forma efectiva si hubiera recibido ayuda. Si China hubiera recibido ayuda financiera y militar occidental también habría podido frenar la invasión japonesa iniciada en 1931 en Manchuria y proseguida en 1937 en el resto del país. Eso habría empantanado al ejército japonés y recortado su capacidad de expansión en el Pacífico.

Cuando Japón ocupó la Indochina francesa de Vichy en 1940, Estados Unidos comenzó a enviar una ayuda tardía a China y a imponer sanciones económicas a Japón, en coordinación con el gobierno británico y el holandés en el exilio. La escalada de esas sanciones en 1941 hasta el embargo total de petróleo, carburantes e importaciones esenciales no frenó la guerra, sino que empujó a Tokio a atacar a EEUU y las colonias británicas y holandesas en diciembre de 1941 y apoderarse de los abundantes recursos petrolíferos holandeses, porque esas sanciones extremas hundían a Japón.

La UE y EEUU deberían tener esto presente para no escalar sus sanciones contra Rusia hasta un punto sin retorno, ya que una potencia nuclear en un callejón sin salida puede ser peligrosamente imprevisible.

Sanciones que endurecen regímenes

El académico norteamericano Robert A. Pape publicó en 1997 un documentado estudio que mostraba que las sanciones económicas son escasamente efectivas para evitar guerras o lograr objetivos de política exterior. Los más de 60 años de sanciones norteamericanas a Cuba solo han empobrecido a la población, haciendo aún más difícil un cambio de régimen. Las duras sanciones contra Corea del Norte, Irán y Venezuela solo han servido para penalizar a la población y endurecer sus regímenes políticos, al igual que ocurrió con el Irak de Sadam Huseín.

Para detener la invasión rusa de Ucrania, la medida más efectiva es una masiva ayuda militar, económica, financiera y humanitaria al Gobierno de Kiev. Las duras sanciones occidentales contra Rusia pueden dar resultados a medio plazo, pero su efectividad se ve limitada porque la mayoría de países del mundo, encabezados por China e India, ha rechazado aplicarlas. Eso ofrece a Moscú margen para amortiguar su impacto, ya que los países opuestos a las sanciones suman el 44% de la economía mundial y el 85% de la población global. Hasta Turquía, miembro destacado de la OTAN, rechaza secundar las sanciones.

La UE y EEUU aplicaron de inmediato las sanciones que penalizan directamente a la población rusa, ajena a las decisiones del Kremlin, mientras que los oligarcas sancionados son muy pocos y las medidas se aprueban con mucho retraso, lo que les da tiempo para proteger su patrimonio y seguir escondiéndose detrás de sociedades pantalla de Luxemburgo, Chipre, Malta y otros paraísos fiscales. El oligarca Alexei Mordashov pudo vender su participación de 1.300 millones en el grupo Tui, una sociedad pantalla de las Islas Vírgenes Británicas. El oligarca Roman Abramovich no fue incluido en la lista de sanciones de la UE hasta el 15 de marzo, 20 días después del inicio de la invasión rusa.

Los países de la UE y el Reino Unido no han anulado siquiera los visados de oro en vigor concedidos durante las últimas décadas a los oligarcas. Para que las sanciones tuvieran un impacto político deberían aplicarse de inmediato a todos los 20.000 multimillonarios rusos con un patrimonio financiero e inmobiliario superior a los 10 millones de euros, señala el economista Thomas Piketty.